medea a la deriva | Crítica de teatro

La injusticia inmortal de Medea

Amelia David protagonista absoluta de esta Medea

Amelia David protagonista absoluta de esta Medea / Samuel Fernández

La Medea imaginada, en una novela gráfica de 144 páginas, por Fermín Solís es la base de esta propuesta escénica de Maltravieso Teatro de Cáceres que cuenta con Amelia David como intérprete única, y magnífica, que da vida a una de las más abyectas figuras femeninas que ha dado la mitología escrita por hombres.

La princesa cólquide, también bruja, sufre, exiliada en un islote de hielo, el castigo de Zeus tras haber matado a sus dos hijos en ‘venganza’ por el abandono de Jasón, su marido.

Fermín Solís, como autor de la novela gráfica, se acoge a unos versos finales de la tragedia de Eurípides que dicen: Desde el Olimpo Zeus gobierna muchos acontecimientos (…) Lo esperado no se llevó a cabo y de lo inesperado un dios halló el camino, para darle un nuevo final al mito griego en el que Zeus, abominando del crimen de Medea, la convierte en inmortal haciéndole vagar por una planicie de hielo para purgar su crimen.

Isidro Timón y Amelia David (Maltravieso Teatro) aceptaron la invitación de Solís para llevar al teatro su cómic. La dramaturgia, por tanto, viene sobrevenida de la propia novela gráfica y es utilizada en la puesta en escena como referente subrayador que vamos viendo en una pantalla que acompaña una feliz escenografía que recrea ese iceberg plano en el que nuestra Medea, envejecida, casi sin fuerzas, nos va recordando los acontecimientos de su vida.

Una base de tela recortada por bolsas de plástico blanco que recuerdan al hielo y que sirven para reflejar la iluminación, simple pero efectiva, de Jesús Pablos y Fran Cordero crea una atmósfera de gélida frialdad y solitaria privación que simboliza la soledad de esta Medea que no se arrepiente de nada. Las proyecciones del cómic de Fermín Solís, acaban de enmarcar la imagen, conseguidísima, de este penar eterno.

Amelia David es Medea. En ese prólogo físico-gestual nos encontramos a un animal enjaulado en la nada del hielo, la actriz se contorsiona, se trasforma, vemos rasgos de animales que nos descubren su desesperanza.

Comienza con una voz rota, atávica, que, poco a poco va dando paso a una dicción más suave, más humana y esta Medea, juzgada, castigada, va desgranando su historia, su trágica vida trufada por crímenes movidos por el amor que sintió por Jasón.

Amelia está soberbia, se crece en lo corpóreo, un trabajo ensimismado en la creación de esa animalidad que la separa de su humanidad. Sus gestos, la información que nos transmite su rostro, están maravillosamente logrados y hacen que entremos en comunión con su interpretación.

Quizás, Medea a la deriva, con sus excelentes invitaciones a vislumbrar otros temas como el calentamiento global, la contaminación del planeta, la xenofobia o la ‘maldición’ de las figuras femeninas escritas por autores masculinos que sólo reflejan la pasión, ese histerismo del que hablaba Freud, para hacernos entender los comportamientos de las mujeres, quizás, adolece de cierta mono tonalidad que hace que sus interesantes aportaciones, todo es excelente en ella, se perciban con demasiada densidad que dificultan su total disfrute.

 

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