La eterna aspiración de cualquier religión hacia el infinito y la eternidad se ha articulado de diversas formas según los credos y los contextos culturales. En el caso del cristianismo, sea cual sea la variante concreta (anglicana, luterana, católica, ortodoxa), el deseo de trascendencia pasa por la unión con la divinidad a través de la muerte. De ahí el culto a la muerte como puerta hacia el más allá y de ahí la diversidad de oraciones y músicas que hacen del deseo de muerte su razón de ser.

Sobre estas consideraciones se cimentaba el programa que Pedro Teixeira ha diseñado para la Sociedad Musical de Sevilla con motivo de su participación en este ciclo de los Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla. Buena idea a priori, pero la cuestión a evitar era la monotonía de obras meditativas pensadas para los rigurosos oficios fúnebres. Así, escuchadas estas obras unas detrás de otras, la sensación era de repetición, de poca variedad expresiva y de un discurso siempre igual a sí mismo. Teixeira, además, abundó en esto al imponer un sonido recogido, con las voces a medio gas, con un color monocorde en el que se echó de menos una mayor presencia sonora de bajos y altos. Había empaste y sonido homogéneo, aunque hubo momentos (When David heard, de Weelkes) en que las sopranos sonaron apuradas en el registro superior.

Teixeira, con todo, estableció matices dinámicos interesantes en Gementem (Padilla) y en Psallite in cythara (Monteverdi), con un tempo más movido y rico en contrastes agógicos en este último caso.