Flácida y deslucida orquesta

ROSS. Solistas y Maestros 4 | Crítica

Enrico Dindo actuó como solista y director junto a la ROSS. / Guillermo Mendo

La ficha

REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA

** Solistas y Maestros 4. ROSS. Solista y director: Enrico Dindo, violonchelo.

Programa:

Richard Strauss (1864-1949): Romanza para violonchelo y orquesta en fa mayor,

TrV 118 (1883)

Alexander Glazunov (1865-1936): El canto del menestril Op.71 (1901)

Antonin Dvořák (1841-1904): Rondó para violonchelo y orquesta en sol menor Op.94 (1893)

Ludwig van Beethoven (1770-1827): Sinfonía nº4 en si bemol mayor Op.60 (1806)

Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 28 de abril. Aforo: Media entrada.

El programa no anunciaba grandes emociones, al menos en su primera parte: tres obritas para violonchelo y orquesta que parecen llevar el sello de la propina clavado en su frontispicio. Habría sido de esperar que Enrico Dindo aportara una visión con alguna singularidad o, al menos, una energía que pudiera encender mínimamente al público. Pero no. Sus versiones fueron flácidas y planas. La Romanza juvenil de Strauss está muy lejos de las obras del sinfonista maduro: Dindo tocó la pieza con un vibrato desmedido mientras la orquesta lo seguía a su antojo, con más bien poco entusiasmo. La Op.71 de Glazunov es como una canción sin palabras, que, pese a los estupendos Roper y Szymyslik, resultó de una sosería sin interés. Un poco más de contraste en las dinámicas y de ímpetu hubo en el Rondó de Dvorák, la más destacada de estas tres obras, pero Dindo tampoco sobresalió ni por el vigor ni por la calidez de un sonido bonito, pero pequeño.

La de Beethoven es obra bienhumorada, en la que la sección de viento juega un papel muy notable. El Adagio introductorio pareció establecer un buen equilibrio entre secciones, pero luego Dindo se perdió en unos tempi demasiado rápidos y en una falta de profundidad muy notable. Por más que los solistas de madera salvaran una vez más su cometido con sobresaliente, por la musicalidad y la bella plasticidad de su sonido, las voces medias quedaron en todo momento opacadas, sobre todo, a causa de una cuerda que sonó compactada, sin matices, sin aire, sin respiración, enmarañada, con unos violines especialmente caóticos. Una mala noche.

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