Santa Clara exhibe una joya del siglo XVI de Hernando de Esturmio
La tabla de San Roque restaurada en el IAPH enriquece el catálogo de un artista del que han sobrevivido muy pocos trabajos.
La tabla de San Roque del pintor flamenco Hernando de Esturmio que estaba inserta en un muro de la iglesia conventual de Santa Clara, uno de los bienes más singulares de Sevilla en manos de la Iglesia y que presentaba peor estado de conservación, ha recuperado su belleza original y sus brillantes colores gracias a la restauración llevada a cabo en los talleres del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), que han cofinanciado el Ayuntamiento de Sevilla y la Real Maestranza de Caballería por un importe de 36.000 euros. El resultado del trabajo llevado a cabo en el último año por el equipo técnico que encabeza la conservadora Rocío Magdaleno puede contemplarse hasta el 1 de marzo en el convento de Santa Clara junto a la documentación que reconstruye todo el proceso y un vídeo que detalla la magnitud de los cambios. El IAPH ya intervino la gran obra de Esturmio en Sevilla, el retablo de la Capilla de los Evangelistas de la Catedral.
La muestra de Santa Clara es una ocasión única para apreciar de cerca esta magnífica representación llena de detalles del santo protector de los apestados. La escena, de gran delicadeza, lo muestra en mitad de la naturaleza acompañado por un ángel de perfil que le señala la herida de su pierna y por el perro de color blanco que le salvó la vida.
Para el historiador y coautor de los textos del catálogo, Vicente Lleó, esta tabla de Esturmio (Zierickzee 1515-Sevilla 1556) recrea "la compleja leyenda de San Roque", nacido en la ciudad francesa de Montpellier, y considerado, como San Sebastián, uno de los principales santos sanadores de la Iglesia. Tras contraer la peste, "una enfermedad endémica en las ciudades portuarias del siglo XVI, como Sevilla o Venecia", San Roque se retiró a lo más profundo de un bosque para morir sin contagiar a nadie. Junto a su cabaña brotó pronto una fuente que alivió su sed ardiente; algo después apareció el perro que le calmó el hambre con un pan que todos los días tomaba a escondidas de la mesa de su amo, un noble local. Finalmente le visitó un ángel que le curó las heridas.
El perro y el ángel, "los atributos más conocidos de San Roque, que tuvieron en la devoción popular un protagonismo posterior como si se tratara de spin offs", según Lleó, sobresalen en la composición, una de las pocas que sobreviven del catálogo de Esturmio, quien en la veintena de años que residió en Sevilla participó en al menos dos decenas de retablos, una actividad sólo superada por Pedro de Campaña, la figura clave de la pintura local del primer tercio del siglo XVI.
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