Sevilla, consuelo de Amaral

Más de 6.000 personas disfrutaron anoche en el Auditorio de un espectáculo que, técnica y musicalmente, demostró la alta calidad de la banda zaragozana

Juan Aguirre y Eva Amaral, ayer, durante su concierto de la gira 'Gato negro, Dragón Rojo'.
Ricardo Castillejo / Sevilla

27 de septiembre 2008 - 05:00

"Por motivos personales he tenido un día bajo y lo único que me ha mantenido con alegría es tocar en Sevilla". Con esta íntima confesión agradeció Eva Amaral, vocalista de una de nuestras bandas más populares, la magia que se respiró anoche en el Auditorio Rocío Jurado durante una impecable puesta en escena. Desarrollada sobre un teatral escenario -al descubierto tras descorrerse un gigantesco telón rojo enmarcado por el gato negro y el dragón que bautiza su último disco y su gira-, la actuación de este grupo desgranó un inteligente recorrido por su trayectoria contando, tema a tema, con la complicidad de un público que celebró con vítores y aplausos éxitos como Kamikaze -el primero en sonar-, Tarde de domingo, El universo sobre mí o Toda la noche en la calle.

Enmarcados en un elegante anfiteatro de luces y pantallas, los cinco músicos que acompañaban a Eva y su inseparable Juan Aguirre dieron buena muestra de su solvencia acústica -desarrollada más bien desde los graves-, al igual que Amaral cumplió con esa exquisita afinación que la ha hecho merecedora de numerosas alabanzas fuera y dentro de nuestras fronteras -recordar que fueron teloneros de Bob Dylan-. Ella, vestida de negro y charol, se mostró encantada con sus fieles seguidores, a los que prometió volver a visitar en breve. "La próxima vez no tardaremos tanto en regresar", comentó mientras alternaba su interpretación con el toque de instrumentos como la guitarra o incluso la armónica.

Así fueron llegando Biarritz, Moriré por vos, Escapar o acústicos como No sé qué hacer con mi vida, adornados por multitud de pequeños detalles como ese altavoz de mano utilizado que, para colmo del preciosismo, hacía juego con los tonos negros y rojos dominantes en el estilismo general. Llegados a este punto, cabe la reflexión de que pensar que lo comercial carece siempre de calidad es casi lo mismo que menospreciar los logros conseguidos por cualquier referente señalado de la historia de la música al que nuestra memoria pueda acudir y que, más allá de sus millonarias ventas, crearon escuela con sus particulares estilos.

Salvando las distancias, con Amaral sucede lo mismo: partituras sencillas pero efectivas, buenos arreglos y letras pegadizas de historias que resultan cercanas. Una combinación infalible y sin mayores pretensiones que la de hacer pasar un buen rato a quienes se sumaron a una fiesta que, conforme fue acercándose al final, aumentó el clima, y el clímax, de un recinto dentro del que se congregaron, a 30 euros por entrada, más de 6.000 personas. "Es alucinante lo que estoy viendo desde aquí arriba", incidió de nuevo la artista.

Al final, para el turno de los bises, se reservaron títulos como Dragón rojo o Sin ti no soy nada, posiblemente la canción que más satisfacciones ha dado a los de Zaragoza y con la que culminó este agradable reencuentro con un sencillo pop-rock que, en mitad de un momento donde reinan las mezcolanzas, se agradece. Tampoco hace falta inventar tanto.

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