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Sevilla declara su amor a Pablo Alborán (y viceversa)

Miles de 'fans', muchas de ellas tras guardar cola durante semanas, aclaman al malagueño en el Auditorio

Pablo Alborán, la noche del viernes durante el primero de sus dos conciertos en el Auditorio Rocío Jurado.
Sara Arguijo Sevilla

20 de septiembre 2015 - 05:00

Corazones luminosos para recibir al adalid del romanticismo 2.0. Una taza con mensaje I love Sevilla sobre el piano para agradecer las colas que llevaban haciendo los fans a las puertas del Auditorio Rocío Jurado desde hacía semanas. Incansables vítores de "Te queremos" fundiéndose en un eco ensordecedor que hasta suscitó celos en Javier Ruibal cuando, muy cerca, luchaba por ser escuchado en su recital del viernes en el Monasterio de la Cartuja "a dúo con Pablo Alborán", nos consta que bromeó. El malagueño, mientras tanto, continuaba su intenso idilio con un público que le declaraba amor incondicional y al que él se entregaba emocionado -"mi corazón es vuestro", repetía- ajeno a las molestias causadas. Con el mismo embobamiento de las parejas adolescentes que alargan las despedidas por Whatsapp añadiendo todos los emoticonos de besos posibles.

Pablo Alborán regresaba a la capital andaluza con su Tour Terral para presentar dos noches seguidas (la del viernes y la de ayer) su disco homónimo con el que ha batido todos los récords. Un álbum, el tercero de su carrera, que supone una vuelta a sus orígenes, a la frescura y la naturalidad que lo sacó de Youtube para llenar los grandes estadios. Y con el que, sobre todo, ha vuelto a poner de moda el romanticismo reivindicando la balada dulce y sentimentaloide.

De algún modo, Alborán ha sabido perfilarse como el prototipo de novio ideal. Ese hombre sensible que se daría cuenta de que te has cortado el pelo, que vería contigo una peli de Jennifer Aniston y que te dejaría cada mañana una nota en la mesilla. "Si es tan perfecto tendría que empezar puntual", le decía una madre a su hija dos butacas más atrás como intentando romper con su aparente perfección. Imposible. A las 22:00 en punto salió al escenario con Está permitido y la niña sonrió sin esconder su regocijo. ¡Qué son los ídolos sino la mitificación de nuestros deseos!

A partir de ese momento, el cantante repasó sin descanso los grandes éxitos de su carrera desde los últimos, como Pasos de cero, Por fin, Recuérdame o Despídete, hasta Desencuentro, Te he echado de menos, Quién, Miedo, El beso, Perdóname, Ahora o la coreadísima Solamente tú -y tú, y tú, y tú...- que aún debe de resonar por el río.

Además, intentó desprenderse de su imagen empalagosa intercalando versiones poperas y de corte más optimista. Aunque donde el andaluz destaca es en la soledad de su piano o de su guitarra, con esas canciones susurradas en las que hace alarde de sus giros vocales, su dominio de los falsetes y su personal forma de alargar los tercios con sello Bonito-Alborán.

A partir de la primera hora de el ritmo fue decayendo y a pesar de que todos se afanaron por mantener el entusiasmo el espectáculo llegó a ser monótono y hubo un momento en que no se sabía cuándo terminaba una canción y cuándo empezaba otra.

Rompió entonces con el siempre efectivo guiño al flamenco porque "cuando estoy contento me pongo flamenco", advirtió, con unas bulerías dedicadas a Sevilla con más intención que pellizco que, no obstante, hizo que de nuevo todos activaran el play de sus móviles. "Presiento que esta noche tampoco voy a dormir. Muero con Sevilla", concluyó.

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