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Anatomía de un instante | Crítica de teatro

Suárez, el valor de un hombre

Una escena de 'Anatomía de un instante’ dirigida por Àlex Rigola

Una escena de 'Anatomía de un instante’ dirigida por Àlex Rigola / Sílvia Poch

La doble programación de esta semana del Teatro Central ha tenido como denominador común a la memoria. En el caso de Mamá, ¿cómo se quita el miedo? de Rocío Huertas, un maravilla imperfecta (parafraseo al gran Juan Sebastián Bollaín que asistió como público) que recorre retazos de la memoria íntima de su familia y la de la actriz y bailarina Greta García-Jonsson y que se disfruta como una experiencia única gracias a un montaje lleno de ingentes sutilezas plásticas.

Àlex Rigola se ocupa de la memoria colectiva, en concreto, del golpe de estado del 23 de febrero, cuarenta años después. Cuatro personajes, tres de ellos vestidos de unicornio, Miranda Gas, Pep Cruz y Eudald Font y un alter ego del presidente Suárez, Roser Vilajosana, recitan, declaman e interpretan textos basados en la novela Anatomía de un instante de Javier Cercas.

La memoria íntima y la memoria colectiva en la programación del Teatro Central

La lección de historia, siempre necesaria en unos tiempos en el que las noticias se suceden pasando de moda con pasmosa rapidez, defiende el siguiente planteamiento: la misión de Suárez era naturalizar la monarquía de Juan Carlos I realizando la transición de la dictadura a la democracia. Cumplida esta misión Suárez le sobraba al rey. Los atentados de ETA ayudaron y llegó el golpe de estado que la tozudez de Tejero ayudó a desactivar.

Álex Rigola se ha ganado, con su trayectoria, el hacer lo que le dé la gana y es justo lo que hace con sus preguntas al final del espectáculo.

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