Teatro

Autor: Carlos Fernández López  | Intérpretes: Enrique Castro, Sara Martín, Emilio Tomé | Dirección: Carlos Fernández López.

25 y 26 de abril (21.00) - Sala La Fundición

Carlos Fernández comienza su carrera teatral en Asturias en 1986. En 1989 se traslada a Madrid, donde reside y trabaja actualmente. Escribe, dirige e interpreta en ocasiones sus propias obras, que se vertebran en torno al espacio escénico, la palabra y el movimiento como partes indivisibles de la dramaturgia, buscando formas de comunicación en las que estos tres elementos confluyan en un solo cauce de expresión. Dirige desde 1995 el Taller de Teatro de San Martín de la Vega y desde el año 2004 ha realizado, como parte de una serie de encuentros alrededor de nuevos lenguajes y formas escénicas contemporáneas, los talleres El desorden y el equilibrio en la Casa Encendida, La mirada y el tiempo en la Casa de América y los encuentros de creación Procesos.

Ha probado prácticamente todas las facetas del teatro, intérprete, director, productor, bailarín y dramaturgo, siendo ésta última su preferida, pues es donde se siente más libre, con más posibilidades de ser innovador, algo que le obsesiona. En cada obra intenta romper los parámetros en lo que normalmente se mueve lo escénico. Se siente en la estratosfera del panorama teatral actual, en una especie de limbo donde parece que lo que hace no interesa a nadie, que está loco... Sus textos y materiales escénicos parten de lo subjetivo, lo personal, con el propósito de situar al espectador en un terreno de reconocimiento de su propia identidad y reflexión. Su talento no ha pasado desapercibido y recibió en 2005 el Premio Casa de América-Festival Escena Contemporánea de Dramaturgia Innovadora.

Ángeles resisten al atardecer es una poética alegoría compuesta por quince cuentos tristes, ilustrados con bellos dibujos y acompañados de canciones e imágenes. Tres personajes llevan a cabo un profundo diálogo sobre alocadas ideas, con el deseo inocente de cambiar el rumbo de las cosas. Cada uno de ellos arrastra absurdas catástrofes emocionales que plantan en medio de la escena como si fuera un paquete bomba, que estallará literalmente. Prenden las mechas, explotan y llenarán de estupidez el escenario. Un viaje simbólico que escapará de la razón y del asfixiante espacio de la escena (asfixiante realidad). Un atentado contra el miedo y la violencia. Un acto de resistencia en defensa de la estupidez y la esperanza. Una obra poética, triste, ilusoria, emotiva… muy hermosa.

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