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CICLO DE CÁMARA DE LA ROSS|CRÍTICA

Ha nacido un cuarteto

El sexteto (más uno) de la Sinfónica en la Sala Turina

El sexteto (más uno) de la Sinfónica en la Sala Turina / Guillermo Mendo

Muy alto ha dejado el listón de la calidad el primer concierto de este vigésimo noveno ciclo de música de cámara de la Sinfónica sevillana, Para la ocasión se conformó un sólido cuarteto de cuerdas con la colaboración de Gibbon y de dos trompas en las obras de Beethoven y Mozart. Parkes y Lasheras tenían un desafiante compromiso con el sexteto de Beethoven, prácticamente un concertino para dos trompas y cuerdas. El resultado fue espléndido, con brillantes pasajes de agilidades en el primer tiempo y un delicado legato en el segundo, con notas bien sostenidas y definidas tanto en la franja superior como en la inferior. El cuarteto, por su parte, mostró haber preparado a conciencia la cita a la vista del notable empaste y de la conjunción que mostró. Sólo en algunos momentos de la obra de Beethoven pudo apreciarse un desigual nivel de vibrato, algo más apreciable en el chelo, pero en el resto de la obra, así como en la pieza de Mozart se notó el interés por adecuar el sonido a la estética clasicista. La calidad del sonido global fue de muchos quilates, con tonalidades brillantes, perfecta afinación y sonido global muy compacto, con la espléndida viola de Boiso y un Yasnytskyy soberbio en todas sus intervenciones. Esto último fue especialmente sobresaliente en la pieza de Mozart, en la que el primer violín ejerce en la práctica el papel de solista concertante y en la que Yasnytskyy comandó con autoridad y magisterio.

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