Viena andaluza ante la crisis

Pedro Halffter saluda al público que acudió ayer al Teatro de la Maestranza antes de iniciar el concierto.
Andrés Moreno Mengíbar

05 de enero 2012 - 05:00

Concierto de Año Nuevo 'Viena y Sevilla'. Programa: Obras de Johann Strauss II, Wolfgang A. Mozart, Georges Bizet y Eduard Strauss. Soprano: Ruth Rosique. Director: Pedro Halffter. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Miércoles, 4 de enero. Aforo: Lleno.

A pesar de no ser una iniciativa precisamente original (son decenas las orquestas de todo el mundo que comienzan el año con valses, polkas y demás ritmos festivos de inspiración vienesa) y a pesar de presentar un programa cuajado de los tópicos sonoros más manidos y más veces interpretados en conciertos sin más ínfulas artísticas, la iniciativa de la ROSS de abrir el año con un programa que combinase Viena y Sevilla no deja de ser agradable para estas fechas tan ayunas de buena o mediana música clásica.

Junto a obras muy conocidas, como las suites de Carmen, la obertura de Le nozze di Figaro y el vals Rosen aus den Süden (por no hablar de los inevitables bises del Danubio Azul o de la Marcha Radetzky, en la que los vieneses nos ganan por goleada en lo de tocar las palmas a tempo), el programa presentaba obras de inspiración española poco frecuentadas de la familia Strauss.

Abrió la velada la Spanischer Marsch de Johann Strauss II. Halffter quiso recordar aquí su formación musical vienesa y recurrió a algo tan vienés como el rubato. Con este recurso expresivo pasa, como diría Don Mendo, que "te pasas o no llegas", pues es fácil dejarse llevar por la languidez del fraseo y exagerar en demasía, cayendo en lo demasiado meloso, que es lo que pasó en esta pieza y en Danubio azul. Menos mal que Halffter volvió por los fueros de la agilidad con la obertura de Le nozze di Figaro, delineada de forma ligera y chispeante, si bien a la orquesta se le notó demasiado el descanso navideño y el aire de fiesta de la noche, porque los violines sonaron sin brillo, de sonido abierto y de escaso empaste, características que se repetirían a lo largo de la noche.

Para mi gusto, lo mejor del concierto vino de la mano de Ruth Rosique en sus arias mozartianas. Es la suya una voz de enorme belleza tímbrica, perfectamente proyectada y muy bien regulada, puesta al servicio de una gran sensibilidad expresiva, reflejada en el maravilloso legato con que delineó Deh vieni, non tardar o las dos arias de Zerlina, mezclas explosivas de ingenuidad y sensualidad en el fraseo. Y muy brillantes las agilidades de la canción de la opereta de temática cervantina El pañuelo de encaje de la reina, de Johann Strauss II (1880).

Por lo demás, la habitual dirección efectista a base de dinámicas contrastadas y exageradas y de acumulación sonora en los chimpún finales, algo que siempre levanta al público de sus asientos.

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