JOVEN ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA

Barroco joven, fresco y riguroso

La JOBS en el Espacio Turina.

La JOBS en el Espacio Turina. / Luis Ollero

Parece mentira, pero son ya doce los años de existencia de este ilusionante proyecto de la Joven Orquesta Barroca de Sevilla que, con la dirección de Valentín Sánchez Venzalá y el soporte de la propia Orquesta Barroca de Sevilla y de ELI, ha sacado al panorma de la interpretación musical a varias promociones de músicos sevillanos. El proyecto está plenamente consolidado y crece en calidad cada año, poniendo sobre el tapete, por un lado, la enorme carga de talento existente entre los jóvenes estudiantes de Música y, por otro, la idoneidad de una idea que ofrece a estos estudiantes lo que los conservatorios no hacen, la posibilidad de tocar juntos con la guía de sólidos músicos como maestros y compañeros de atriles.

Con la asistencia de solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla en los primeros atriles (Valentín Sánchez, María de Gracia Ramírez, Mercedes Ruiz, Ventura Rico y Alejandro Casal) y bajo la dirección de otro "histórico" como José Manuel Navarro, esta orquesta, en una nutrida formación (7/7/6/6) se enfrentó a un programa nada sencillo compuesto por obras que desafiaban tanto el empaste conjunto como la capacidad de respuesta y flexibilidad en el fraseo y la articulación. La nota final es de Sobresaliente, sin lugar a dudas. Sorprende que con tan numeroso orgánico se consiguiese un sonido tan homogéneo y preciso, sin desajustes, con entradas y finales clavados literalmente con precisión matemática. y además con una tímbrica brillante, sin asperezas, perfecta de afinación. En las demandantes obras de Vivaldi y, sobre todo, en su Concierto RV 157, todo un desafío por la carga de energía de su discurso, la JOBS sonó como un solo instrumento, atentos a la acentuación enérgica y teatral de Navarro, sacando a relucir un sonido brillante y con una sección de violonchelos capaces de articular al unísono las complejas frases en fulgurantes semicorcheas sin perder un ápice de calidad de su sonido denso y compacto.

Con la obra de Legrenzi hubo oportunidad para mostrar el talento individual de alguno de los músicos, como el violinista Miguel García o la violonchelista Irene Hernández, que hacían sus primeras armas con arcos barrocos y que supieron estar a la altura de sus maestros. Y todo gracias a un Navarro que no escatimó un gramo de exigencia y que supo llevar a los músicos por los vericuetos de los contrastes dinámicos, de las aceleraciones y ritardandi, de los recursos retóricos, con resultados excepcionales. Enhorabuena a todos. Iniciativas como ésta y no otras zarandajas son las que dan sentido al título de Sevilla como Ciudad de la Música.

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