'Symphony', la música como parte de nuestras vidas

Programación

Caixafórum Sevilla acoge hasta octubre esta experiencia inmersiva, un proyecto de realidad virtual que traslada a los espectadores al centro de una orquesta dirigida por Gustavo Dudamel

Liturgias de la vida y la muerte en el antiguo Egipto

Un momento de la presentación a la prensa, este martes en Caixafórum, de ‘Symphony’.
Un momento de la presentación a la prensa, este martes en Caixafórum, de ‘Symphony’. / Juan Carlos Muñoz

En una escena de Symphony, el ambicioso proyecto audiovisual que se puede ver hasta el 8 de octubre en Caixafórum Sevilla, el flautista estadounidense Daniel Egwurube pasea por una Nueva York que parece desplegar en su rutina un peculiar concierto en el que se mezclan martillazos, taladros y voces. Unas escenas después, el joven viaja en metro y el traqueteo del vagón se confunde con la vibración feliz de Take Five, la mítica composición de Paul Desmond que popularizó el Dave Brubeck Quartet. Experiencias similares tienen sus compañeras en este filme: la violonchelista Ruth Mateu sentirá cómo se impone al oleaje de la costa mediterránea la Pièce en forme de Habanera de Ravel; la colombiana Manuela Díaz Henao, que toca la tuba, advierte en el ruido de moler el café los ecos de El pájaro amarillo, de su paisano Rafael Campo Miranda.

Symphony propone así a los visitantes del Caixafórum un viaje sobre la implicación de la música en la vida y su poder para provocar la emoción en los oyentes. Tras una película panorámica que reúne a estos tres músicos, artistas seleccionados por la Fundación Gustavo Dudamel, el público accede a la guinda del pastel: una experiencia de realidad virtual en la que el espectador asiste, con asombrosa precisión, como si estuviese colocado entre los intérpretes, a un recital en el Liceo que dirige Dudamel y ejecutan la Mahler Chamber Orchestra y otros becados por la fundación del maestro venezolano. Si la música es de por sí una vivencia de alto voltaje, aquí los sentimientos se multiplican gracias a una cámara que gira 360 grados, igual que las sillas de los espectadores, y una última tecnología que sumerge al observador en el milagro de cómo una partitura cobra vida. El primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven, el segundo de la Séptima, un fragmento de la Primera Sinfonía de Mahler y el irresistible ¡Mambo! de West Side Story, compuesto por Leonard Bernstein, conforman el programa de esta película.

Dirigida por Igor Cortadellas, que no pudo acudir a la presentación en Sevilla por el retraso de un vuelo, Symphony graba también en su estudio de Barcelona al luthier David Bagué y recrea el interior de un violín, pero Dudamel, también narrador de este recorrido, defiende que la música no se consigue sólo gracias a la madera y el metal de los instrumentos, y señala a un componente que se llama alma y que propicia que la escucha de una pieza sea un viaje emocional que nos sacude.

Un fotograma de la película panorámica que se proyecta antes de la parte de realidad virtual.
Un fotograma de la película panorámica que se proyecta antes de la parte de realidad virtual. / Juan Carlos Muñoz

La directora del Departamento de Música y Proyectos Digitales de la Fundación La Caixa, Núria Oller, que explicó este martes a la prensa las claves de esta propuesta junto al director del Caixafórum Sevilla Moisés Roiz, contó que les llevó más de cuatro años responder a una pregunta que se hacían: cómo las nuevas tecnologías podían “ayudar a entender lo que es la música. Normalmente, cuando vamos a un concierto, hay dos mundos: el escenario con los músicos por un lado y el público por otro. Los avances tecnológicos nos permitían estar dentro de la orquesta, ver de cerca la cara del maestro”, detalla Oller.

Dudamel, recuerdan desde La Caixa, se entusiasmó “desde el minuto uno” con el mensaje que trasladaba Symphony: que “la música la llevamos dentro y no somos conscientes de ello”, como reivindica Oller. La grabación, un mes de agosto en el Liceo, fue un verdadero reto. “No se trataba de colocar una cámara en medio de la orquesta y ya está. No había atriles para facilitar la cercanía con los artistas, para que nada ensuciara la comunicación, y los músicos se aprendieron las partituras de memoria. Si se tocaban el pelo o la cara, Igor les pedía que no lo hicieran, porque con estas cámaras todo, absolutamente todo, se veía. Creyeron en la historia sin saber si aquello acabaría funcionando. Fue una experiencia nueva para todos”.

Gustavo Dudamel con los músicos en la grabación.
Gustavo Dudamel con los músicos en la grabación. / La Caixa

Oller pone como ejemplo del impacto de Symphony el asombro que experimentó el luthier David Bagué tras ver la película. “Nos dijo que a él la tecnología no le interesaba, pero al embarcarse en un proyecto así es como si se hubiese saltado 25 pantallas”, opina, antes de considerar un “símbolo” que el filme acabe con el ¡Mambo! de Bernstein, aparte de músico un divulgador maravilloso de la obra de otros compositores gracias al programa que presentó en EE UU. Un apostolado que promueve ahora Symphony: “Mucha gente”, afirma Oller, “nos dice que le apetece escuchar más música clásica, y eso nos genera una sensación de misión cumplida”.

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