EL TIEMPO DEL HIJO | Crítica de teatro

El insoportable olvido en vida

David Montero, autor e intéprete de 'El tiempo del hijo' de LaSuite

David Montero, autor e intéprete de 'El tiempo del hijo' de LaSuite / Carolina Cebrino

David Montero, dramaturgo y agitador cultural, cierra con El tiempo del hijo la trilogía autoficcional que comenzó con Si yo fuera madre a la que le  siguió  Ex. El final del simulacro. En ellas abordaba el tema del amor en sus diferentes facetas extrapolándolo desde lo privado a lo público y lo político.

La muerte de su madre, enferma de Alzheimer, será el motor que use Montero para enfrentarse a su situación en el mundo. Elabora un exhibicionismo (propio de la autoficción) sincero con el que consigue emocionar hasta la lágrima exponiendo el final de la enfermedad de su madre, sus cuidados y el enfrentamiento con una medicina oficial que en lugar de velar por la paz del paciente solo se interesa por mantenerlo sin importarle su calidad de vida.

De nuevo, David Montero parte de un hecho íntimo para cuestionar todo un sistema que está más basado en el gasto farmacéutico que en el  bienestar de sus enfermos.

Rodeado de su equipo de colaboradores habituales, Javier Berger, David Linde, Lugadero o Elena Córdoba se mueve entre la performance de agitación y uno de los mejores textos que ha salido de la pluma de Montero.

Emociona sin destruir y consigue que nos adentremos en su duelo y en la rienvidicación de la figura de su madre, una mujer que no tuvo muchos momentos felices.

A pesar del artificio escénico, se trata de una pieza hermosa, sincera y evocadora que no deja de cuestionar nuestra realidad en una sociedad que cada vez más es un mundo de hijos sin hijos abocados a la soledad.

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