Frente Abierto | Crítica
Los chicos buenos
Icónica Santalucía Sevilla Fest
Sé que resultó una sorpresa para mucha gente que Keane fuese una de las primeras bandas en agotar todas las localidades disponibles para su concierto en Icónica Santalucía Sevilla Fest de anoche. El asunto se relativiza un poco teniendo en cuenta que de las tres disposiciones de aforo que maneja la organización, esta que emplearon, con todo el público sentado, es la que menos cantidad de espectadores permite, unos 4.000; pero aun así ha sido todo un logro. Y no es raro, porque la de Keane es la historia de un resurgir: tras el éxito vertiginoso de su primer disco, hace ya 20 años, Hopes and Fears, y de varios álbumes más, el grupo se tomó una pausa indefinida hace 10 años, entre otros motivos por la adicción a las drogas y el alcohol del cantante Tom Chaplin, y aquí están otra vez, llenando estadios, en parte debido a la sorprendente segunda vida de una de las canciones de aquel disco inicial, Somewhere Only We Know, convertida en un fenómeno de TikTok que ha acumulado más de mil millones de reproducciones. Por supuesto, la canción no faltó anoche en el setlist y fue el plato fuerte de la parte final de este espectáculo que forma parte de la gira de celebración del mencionado vigésimo aniversario, trayéndonos una sucesión de canciones contagiosas, empapadas de sentimiento agridulce.
La banda, que se reformó en 2019, está más allá de las esperanzas y miedos que daban título a aquel disco y todos se sienten ya cómodos en su propia piel. Chaplin es un líder mucho más consumado y consciente de ello de lo que nunca fue. Con su físico delgado como la Popotitos, cabello corto y gris y una voz que se eleva a gran altura, se adueñó del escenario con enorme facilidad. Tiene esa habilidad indefinible de hipnotizar al público y mantener su atención con su pura presencia escénica, y el resultado combina a la perfección la maestría técnica y la transmisión emocional. La banda tenía una armonía perfecta y se les notaba el genuino lenguaje corporal de amigos de la infancia que han tenido altibajos y están disfrutando de una segunda oportunidad. La puesta en escena enfatizó cómo la instrumentación mínima -voz de Chaplin, potentes pero escasas líneas de bajo de Jesse Quin, evocadoras melodías de piano de Tim Rice-Oxley, sólida batería de Richard Hughes y nada de guitarras- producía un sonido que era épico y atmosférico, pero nunca grandilocuente. La edad y las experiencias les han traído una carga emocional que entusiasmaba al público, que gritaba agradecido y coreaba sus canciones. Y no solo esa tan famosa, también otras como Everybody's Changing, que a pesar de ser tan tristona fue otro de los platos fuertes del concierto por fantástica y seductora; Perfect Symmetry y la encantadora Sovereign Light Café alcanzaron puntos álgidos similares entre la agonía y el éxtasis. Pero, claro, solo Somewhere Only We Know, que escuchada en vivo resultó cautivadora, casi conmovedora, se encontró con un mar de personas grabando en sus teléfonos y parejas abrazándose. Escrita por Rice-Oxley en la salita de estar de la casa de sus padres, la canción nos recuerda un lugar especial de la infancia y claramente se ha convertido en una fuente de consuelo y alegría para una multitud de personas, que aquí la cantaron con ellos a pesar del distinto idioma. El uso del piano tan propio de Rice-Oxley sigue siendo increíblemente refrescante, muy en la línea del que suena en canciones como Clocks, uno de los grandes éxitos de Coldplay, que le allanó el camino; esas similitudes explican también por qué, antes de que las dos bandas tuvieran éxito, Chris Martin le ofreció a Rice-Oxley tocar los teclados en la suya.
El concierto dio comienzo cuando la introducción de la atractiva melodía inicial, Can't Stop Now, resonó por todo el recinto y Chaplin alcanzó puntos culminantes ya desde aquí mismo, dando a la pieza un tono emotivo más allá de su dimensión bailable. Un lugar maravilloso, dijo que le parecía la Plaza de España. Tras ella llegaron un par de sus mayores éxitos consecutivos, Silenced By The Night, seguida de Bend and Break, que funcionó particularmente bien, con un piano animado que realzaba la canción y un estribillo que te daba ganas de cantar, aunque no lo entendiésemos del todo. A estas alturas ya sobraban las sillas y no solo todo el público de pista estaba de pie, sino que desde las gradas se les unió mucha más gente que bajó de ellas para poder bailar más libremente. Cuando he subido al escenario no me esperaba ver a toda la gente sentada, dijo Chaplin más tarde, en un momento de sus numerosas interacciones con el feliz público. Les siguieron Nothing In My Way, un tema que ya es excelente en el disco, pero es aún más cautivador en vivo, y The Way I Feel, una canción que bien podría ser de The Killers, con la que enviaron un mensaje de esperanza: siempre hay luz al final del túnel, algo de lo que ellos pueden dar fe. Esta fue la única canción que interpretaron de su disco más reciente, Cause and Effect, y le dio un tono más rockero al concierto. Chaplin después canalizó su Freddie Mercury interior dirigiendo You Are Young con todo el dramatismo y la confianza de una representación teatral, y el público lo dio todo respaldándole con sus voces en uno de los coros improvisados que menos desafinados he escuchado en directo, todo hay que decirlo. Canción tras canción, la pasión no decayó en ningún momento, Chaplin, que terminó A Bad Dream en un segundo teclado, nos dejó momentos conmovedores, acompañados de una actuación musical que abandonó los estribillos pegadizos en favor de vuelos libres acompañados de coros, efectos de eco en las voces, secciones instrumentales de altísima intensidad. Anoche en Sevilla demostró Keane su capacidad para mezclar estados de ánimo y estilos y se liberó de los estereotipos de grupo de pop rock comercial que podrían atribuirle. Chaplin pedía todavía más pasión y esta se desbordó con This Is The Last Time, una balada que al inicio combinaba voz y piano; el bajo y la batería se unieron al cabo de un rato, convirtiéndola en una pieza más bailable, una fuente de energía mucho más pop. Keane dejó claro ya que aun sin solos elaborados ni una gran producción escénica, las canciones sonaban nítidas y la voz de Chaplin con tanta fuerza como en las grabaciones.
Otro elemento unificador de emociones fue la interpretación de She Has No Time, la melancólica canción con la que comenzaron su carrera, también compuesta por Rice-Oxley para cualquier persona que se sienta sola. Hay que interpretar una más tranquila, dijo Chaplin cuando la presentó; hace ya 20 años del Hope and Fears y me estoy haciendo viejo. Esta es la primera canción buena que tuvimos, hace 25 años, antes de grabarla en el disco. Y todo se animó bastante más tras ella con Crystal Ball, llegando el set a su final con Somewhere Only We Know. Por supuesto, regresaron para un bis muy deseado y nos mantuvieron a todos enganchados en nuestros sitios hasta el definitivo final con We Might As A Well Be Strangers, Sovereign Light Café y Bedshaped. Entre ellas Chaplin volvió a hablar maravillas del público sevillano: me siento fatal por no haber estado en Sevilla antes, con vosotros, que sois un público emocional, apasionado, que se sabe todas las canciones. Esto no pasa en Inglaterra; allí está helando ahora mismo.
Esta celebración del vigésimo aniversario de Hopes and Fears no fue simplemente un viaje al pasado, fue una poderosa reafirmación del legado perdurable de Keane, su música grabada para siempre como banda sonora de las esperanzas y los temores de una generación. No debería sorprender, repito, que sigan siendo una de las bandas más queridas de la actualidad. Los próximos 20 años también parecen asegurados.
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