Esa herida a la que llamamos amor
Música
El director Rafael R. Villalobos recluta a la soprano Nicola Beller Carbone y al pianista Juan Pérez Floristán para su versión de ‘La voz humana’ de Poulenc, que estará este sábado en el Espacio Turina
La ficha
‘La voz humana’. Espacio Turina, este sábado a las 20:00. Entradas a 15 euros
Pocas propuestas como La voz humana, antes una obra de teatro de Jean Cocteau y después una ópera de Francis Poulenc, han reflejado con tanta ferocidad ese temblor desprovisto de lógica que supone amar a alguien, y el amargo bagaje que arrastran los asuntos del corazón, pesados fardos como el miedo al abandono o la (engañosa) sensación de que la vida carece de sentido si el otro no permanece a tu lado. Anna Magnani volcó todo su carisma y revivió aquel doloroso monólogo en el fragmento de una película a las órdenes de Rossellini, y el mismo material ha fascinado siempre a Almodóvar, que puso al personaje de Carmen Maura en La ley del deseo a recitar esa palabra inflamada de Cocteau y recientemente destinó un cortometraje con Tilda SwintonTilda Swinton a homenajear el texto del poeta, dramaturgo y cineasta francés. El director de escena Rafael R. Villalobos (Sevilla, 1987) aguardaba, dice, la "tormenta perfecta" para poder embarcarse en la ópera de Poulenc, "y además en la versión para piano, que me gusta especialmente porque me parece más Cocteau que la versión orquestal". La oportunidad para saldar esa deuda le llegó con el ciclo DxM (Drama x Música) del Espacio Turina, que acoge proyectos fronterizos entre lo escénico y lo lírico, "y con la complicidad de haber encontrado a los aliados perfectos, Nicola Beller Carbone y Juan Pérez Floristán. Creo que hemos hecho una Voz humana muy Cocteau y al mismo tiempo muy alejada, una adaptación muy libre donde no hay teléfono, donde el teléfono se convierte en una metáfora", afirma Villalobos sobre un trabajo que se representa este sábado a las 20:00 en el Espacio Turina.
Villalobos, uno de los jóvenes talentos más celebrados de la ciudad, responsable de proyectos como el Così fan tutte que albergó el Maestranza o el Winterreise de Schubert que interpretó Xavier Sabata, pertenece a esa categoría de directores que enfrenta las obras que rescata a las lecturas que les aporta el presente. "Yo he estudiado a Cocteau, y a Poulenc, y he leído toda la correspondencia entre ambos para entender el contexto, pero creo que a lo que los compositores buscan el devenir de la historia de la humanidad les añade algo más. A mí se me hace muy complicado, como millennial que soy, como un hombre que se adhiere a la cuarta ola feminista, no ver otras significaciones en La voz humana", confiesa un creador que antes que el retrato de "una mujer sumisa que se consume ante la hecatombe que supone la llamada de despedida de su amante", identifica en el conjunto "un estado emocional que se perpetúa en el tiempo de una pareja que se niega a aceptar la finitud de su relación estableciendo alternativamente estrategias para mantenerla absurdamente a flote", como sostiene en las notas del espectáculo.
Una idea que reafirma más tarde en declaraciones a este periódico: "Analizando las palabras me di cuenta de que, más allá de la historia de una mujer que es dejada por su amante, está la historia de una pareja que se aferra de algún modo a la idea de no abandonarse el uno al otro. Diseccionando a esta pareja me preguntaba qué le ocurre, no tanto para romper, sino para que esta ruptura tarde tanto en consumarse. Y me parecía raro que en un momento en que están abocados a la separación hablen tanto y les dediquen tantas energías a su amiga Martha. Al cuestionarme esto pensé que esta Martha es en realidad un símbolo, una encarnación de un miedo que les obliga a permanecer juntos, aun cuando esa relación ya no tiene sentido. Es el insoportable miedo a morir solos, esa voz que te asalta cada mañana en tu cabeza y que mueve las relaciones humanas, las relaciones afectivas", argumenta Villalobos. "Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que toda relación afectivo/sexual, por monógama y ortodoxa que se complazca de ser, conforma un perfecto ménage-à-trois integrado por la pareja principal y el insoportable miedo a morir solos", defiende el director, que encarga a un actor, Luis Tausía, que encarne en la función los temores de los protagonistas.
Villalobos, responsable en esta Voz humana de la dirección, la dramaturgia, el espacio escénico, el vestuario y la iluminación, tiene entre sus fuentes los diarios de Anaïs Nin, una autora embarcada en otra relación triangular con Henry Miller y su esposa June Edith Smith. "Me hizo mucha gracia que el padre de Anaïs, Joaquín Nin, fuera pianista, y su madre, Rosa Culmell, una cantante, como los dos personajes de La voz humana", añade el sevillano, que no plantea su montaje como "una propuesta lineal, no estamos viendo la última llamada de una pareja, sino a una pareja que, como les ocurre a otros artistas, está condenada a la distancia, a depender del teléfono. Ellos pasan de la admiración mutua, de enamorarse en un concierto, a no soportarse pero a la vez a continuar juntos por el miedo a la soledad".
Villalobos manifiesta su entusiasmo por el elenco que ha reunido. "Con Nicola he trabajado mucho [la última colaboración fue en Marie, que se programó en abril en el Lope de Vega] y en cuanto supe que iba a hacer La voz humana la llamé, porque iba a entender lo que yo quería hacer. Y con Juan Pérez Floristán, leí una entrevista de él en la que hablaba de su interés en la interpretación y yo, que lo admiro a él pero también a su familia, porque su padre fue profesor mío, me dije: Tengo que embaucarlo como sea. Le expliqué el proyecto y se sumó con una generosidad extraordinaria. Es una suerte contar con dos artistas tan diferentes, Nicola con una trayectoria impresionante detrás y Juan con un futuro espectacular, pero que coinciden en vivir un momento dulce de sus carreras. Estoy creando con ellos la historia de esta pareja, que va más allá de un concierto. Y Juan, como actor, está haciendo un trabajo fantástico".
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