Un maestro asturiano y una orquesta vasca

Pablo J. Vayón

21 de noviembre 2008 - 05:00

El ciclo de intercambio puesto en marcha hace un par de temporadas por la ROSS está permitiendo al aficionado local conocer a otras importantes orquestas del panorama nacional, en este caso la Sinfónica de Euskadi, a la que la centuria hispalense había rendido visita la pasada temporada.

Pero es que además la orquesta invitada ha permitido en esta ocasión el reencuentro con uno de los más brillantes y ascendentes directores del actual mundo sinfónico español, el asturiano Pablo González (Oviedo, 1975), quien hiciera ya en Sevilla el Don Juan de Gazzaniga programado en el Teatro Lope de Vega, en unas condiciones por supuesto diferentes a las del podio del Maestranza.

El conjunto vasco mostró ese estupendo nivel medio de las orquestas españolas al que nos hemos acostumbrado en las últimas dos décadas, con un sonido empastado y bien equilibrado entre secciones y la suficiente ductilidad para adaptarse estilísticamente a la diversidad de obras programadas, que en este caso fueron dos, y de perfiles bien diferenciados.

Ramón Lazkano (San Sebastián, 1968) es una de las voces más personales de la brillante generación de músicos españoles que se mueve en el entorno de los 40 años. Más que un concierto, Itaun podría calificarse de obra sinfónica con acordeón obligado, pues el instrumento solista se integra en la orquesta casi como un miembro más. La obra, que muestra las preocupaciones del autor por la tímbrica (esos primeros colores claros y brillantes que se van oscureciendo) y la riqueza de las texturas, tiene un desarrollo tradicional, es decir avanza, aunque sea hacia su propia disolución. Con mano maestra, Iñaki Alberdi mostró las múltiples posibilidades sonoras del acordeón.

Muy interesante el Mahler de Pablo González, que supo ahondar en la irregular partitura del bohemio para presentar sus aspectos más grotescos y oscuros, como en el primer movimiento (y pese al abuso de las dinámicas en forte), o los inequívocamente irónicos, como en ese remedo de vals del Scherzo. Todo ello sonó con notable claridad de planos y muy buena planificación de las tensiones, con un fraseo de mucho nervio, algo cortante, lo que provocó algunos desajustes y fagocitó el lirismo de determinados pasajes, singularmente del bello Adagietto, que resultó menos almibarado que de costumbre: gracias.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

1975: El fin de una era | Estreno en Netflix

El año del gran escualo

Goodbye June | Estreno en Netflix

Winslet se refugia en casa (por Navidad)

Lo último