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Cultura

La música oculta de Bécquer

Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Obras de M. García. F. Pedrell, G. Rodríguez. T. Bretón, E. Granados, J. Guridi y J. Turina. Soprano: Cecilia Lavilla. Piano: Miguel Ituarte. Fecha: Jueves 19 de junio. Lugar: Jardines del Alcázar. Aforo: Lleno.

En comparecencias anteriores de Cecilia Lavilla en este ciclo hemos hecho hincapié en su versatilidad estilística y expresiva que le permite afrontar con rigor y seriedad tanto el repertorio barroco como el romántico. A ello habría que sumarle su carácter inquieto, su huida del apoltronamiento en el repertorio más trillado y su búsqueda de nuevas músicas, bien sean de autores conocidos (recordamos su estupendo recital de lieder de Liszt en el Maestranza), bien de compositores menos renombrados, sobre todo de nuestro patrimonio musical. A esta última faceta, implementada por la curiosidad investigadora de Miguel Ituarte, correspondió el programa del concierto que abrió el decimoquinto ciclo del Alcázar.

El atractivo programa se basaba en el desconocido mundo de la canción de concierto española del siglo XIX, con un sorprendente núcleo central en torno a la poesía de Bécquer, en el que Cecilia Lavilla pudo desplegar todas sus armas a la hora de dotar de sentido y sentimiento a cada composición. En las dos canciones de Manuel García (a las que Ituarte enriqueció con un acompañamiento rico y variado, a menudo de su propia cosecha) mostró su fraseo casticista, cuajado de gracia, muy de la casa. La elegancia en el legato, conteniendo la efusividad en una expresividad muy de salón, dominó las canciones de Pedrell y las muy dignas de mayor difusión de Gabriel Rodríguez, en las primeras de las cuales mostró su control técnico mediante una perfecta regulación sobre el agudo final. Lavilla, curtida en el mundo de la canción, demostró conocer los resortes expresivos de este repertorio, con una muy delicada línea de canto sustentada en la variedad de acentos y de dinámicas, con especial recreación del canto en piano, en las obras de Bretón sobre Bécquer, especialmente en Cuando miro el azul horizonte, eje expresivo y musical de la velada. Tras batirse con feliz desenlace con las complicadas armonías de las Canciones amatorias de Granados, la noche culminó con las brillantes y desgarradas Rimas de Joaquín Turina.

Nada de esto hubiese sido posible sin el brillante e imaginativo piano de Ituarte, capaz de dotar de color y de personalidad sonora al acompañamiento elaborado de las obras de consumados pianistas como Granados o Turina.

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