Nino Bauti: un billete de vuelta tras un largo viaje

El diseñador andaluz, que ha colaborado con grandes como Armani y Óscar de la Renta, regresa a su tierra gracias a dos encargos del Festival de Ópera de Sevilla.

Firma el vestuario de ‘Il Califfo di bagdad’ y ‘Les enfants terribles’.

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El diseñador sevillano Nino Bauti.
El diseñador sevillano Nino Bauti.

El diseñador andaluz Nino Bauti compara en su charla las oportunidades que ofrece la vida con trenes que uno debe coger. “Aunque no te lleven al destino exacto que tú buscas, pueden dejarte cerca”, sostiene. Quizás esa convicción es la que ha propiciado la sucesión de prodigios que jalonan la carrera de este creador inquieto, discípulo de Alexander McQueen que colaboró con Armani, Óscar de la Renta e Iris Apfel, revolucionó el mundo de la platería y distinguió con su elegancia el ámbito de trofeos deportivos y culturales.

Ahora, Bauti –cuyo itinerario vital transcurre entre Londres, México, Brasil y EEUU– afronta otra reinvención: regresa a su ciudad natal y más concretamente al Festival de Ópera de Sevilla, donde se encarga del diseño de vestuario de dos producciones: Les enfants terribles, de Philip Glass, programada el 25 de septiembre en la Fábrica de Artillería, y también Il Califfo di Bagdad, de Manuel García, que se representa el 26 y 27 de septiembre en el Patio de la Montería del Real Alcázar.

Bauti albergaba inicialmente para Il Califfo di Bagdad una idea muy distinta a los diseños que ha acabado proponiendo. “Yo había vivido dos años en Turquía, contacté con gente que me podía dejar vestuario histórico, hablé con ciertos museos que tenían reproducciones... y le llegué al director con la alegría de quien cree tener el trabajo adelantado. Pero Guillermo Amaya [el director escénico] me dijo: ‘No te embales, que yo quiero hacer otra cosa’. Al principio me chocó, pero a partir de ahí, nos cogimos de la mano y nos lanzamos a la piscina”, recuerda el creador sobre un proceso de documentación que le pareció “muy divertido”.

El viaje que ha emprendido con Il Califfo, una producción que recrea el desafío a las convenciones que supuso con su apertura en 1975 la barcelonesa sala de fiestas Bagdad, ha devuelto a Bauti a los años de su niñez, “a esa España de la Transición en la que había unos aires de libertad muy fuertes, pero también gente de moral muy estricta que se resistía a los cambios, que casi que venía de hacer el amor a través del agujerito de una sábana. Esta ópera me ha hecho acordarme de esa España en la que un anuncio de desodorante con una mujer que enseñaba los pechos alegraba a algunos espectadores y escandalizaba a otros. Yo esa dualidad la viví en mi infancia”, rememora el sevillano.

Así, su propuesta para esta revisión de la ópera de Manuel García ha permitido a Bauti ahondar en la memoria sentimental de todo un país. “He encontrado mucha información en las revistas Diez minutos y Garbo, y he visto cantidad de películas, no sólo las cintas del destape, también las comedias de Lina Morgan, Alfredo Landa, o historias muy distintas como Mi querida señorita y mucho cine quinqui”, resume sobre las referencias que sobrevuelan su Il Califfo, impregnado de mucha estética “charnega, de gente elegantona pero un poco choni”.

Una aventura, la de plegarse a los tipos humanos del momento, que generó “un poco de miedo” en Bauti. “Tenía que dejar en un rincón al diseñador más, digamos, preocupado por el buen gusto, y debía plantear algo que definiera a los personajes, su clase social, su edad, su ideología política. Estábamos ante hombres y mujeres muy de la calle, un poco horteras. Ha sido desafiante no limitarse a lo bonito y a lo estético, sino ir más allá”, dice sobre un encargo que ha tenido mucho de arqueología. “Me fui al Rastro de Madrid y estuve buscando gafas, pulseras, relojes, detalles que igual en escena no se ven, pero que a mí me completaban cada perfil”.

La versión de ‘Il Califfo’ se ambienta en los “aires de libertad” de la Transición

Mientras Il Califfo “es una ópera bufa con final feliz”, Les enfants terribles se mueve en un registro muy diferente, explica Bauti. “Es una obra en la que no hay música de cámara, sino tres pianos que representan un sentimiento claustrofóbico, los protagonistas son dos hermanos encerrados en sí mismos, que entran en un agujero del que no saben salir... Es todo más etéreo que en Il Califfo. Cocteau escribió el texto en que se inspira Philip Glass cuando estaba en rehabilitación para superar su adicción al opio, y eso se nota”, analiza el experto, que ha querido reflejar “ese sofoco en la ropa. Aquí ha sido interesante trabajar la gama cromática: el hermano y la hermana van a ir siempre en tonalidades grises, azules, más oscuras y frías. Los otros dos personajes, que vienen de fuera de la casa, llevan colores más cálidos”.

En un pasaje en el que Elizabeth deja atrás una androginia que la confundía con su hermano y afianza su feminidad, el diseñador se inspira en el New Look de Dior “pero no exactamente. Quería que fuera algo más intemporal y surrealista”, cuenta Bauti, que en esta ópera ballet vestirá también a las bailarinas Florencia e Isidora Oz. “A ellas las he dejado las últimas porque tienen que darme directrices. Tengo que hacerles algo que les permita el movimiento”, expone el andaluz, “feliz” de llevar a escena a Philip Glass, “uno de mis compositores favoritos”.

Bauti expresa su emoción por regresar a sus raíces gracias al Festival de Ópera de Sevilla, y se muestra “convencido” de que nacer en esta tierra marcó su sensibilidad. “Yo recuerdo con especial cariño el Parque de María Luisa, que mi padre nos llevara en la barquita por la Plaza de España... Aquello para mí era Disneylandia”, evoca este referente de la moda y el diseño, para quien Sevilla “tiene un olor especial. Todo el mundo habla del color, pero a mí me activa los cinco sentidos, y especialmente el olfato: me impresionan el azahar, los jazmines, el efecto del calor en las naranjas... Y qué historia tenemos, ¿no? Qué suerte que nos conquistaran tantos pueblos, que fuéramos fenicios y romanos y árabes: todo eso dejó una arquitectura maravillosa”, valora el veterano.

Iris Apfel y Nino Bauti, retratados por Manuel Outumuro.
Iris Apfel y Nino Bauti, retratados por Manuel Outumuro. / D. S.

Fantasear con el diseño, no obstante, se antojaba una extravagancia en ese entorno. “Mi abuela se hacía los trajes de flamenca en Lina, y mi madre se compró alguna vez un Balenciaga, pero poco más”, señala Bauti. “Yo tenía todos los ingredientes para que el suflé se me bajara. Todo el mundo me decía que entrar en Saint Martins sólo era posible si tenía un padrino, y no era mi caso. Pero yo no perdía nada por soñar e intentarlo”, prosigue el creador, en cuya historia se cruzan el talento, el tesón y la fortuna. Cuando cursaba el último año en esa prestigiosa escuela, por la que pasaron entre otros maestros John Galliano y Gianfranco Ferré a compartir su experiencia, Bauti era el aprendiz de Alexander McQueen. “Nunca fui su mano derecha, pero sí estuve muy cerca de él, porque entonces era un estudio pequeñito el que tenía McQueen”, dice sobre un periodo en el que, entre otras hazañas, ayudó a organizar un desfile en Nueva York al que acudió Madonna y en el que participaba una casi debutante Gisele Bündchen.

El periplo de Bauti encierra multitud de episodios asombrosos, como cuando años después se convirtió en el director creativo de Tane, la casa mexicana de joyería y artesanía de lujo, “sin conocer la fórmula de la plata. De todos los candidatos al puesto yo era el único que no tenía experiencia en el sector, pero al fundador de Tane le gustaron mi visión del arte, mi curiosidad. Eso es algo que echo de menos en los jóvenes de ahora, la curiosidad: están muy especializados y no se interesan por lo que se sale de su parcela, y se están perdiendo muchas cosas”, defiende este hombre inquieto que más tarde llegaría a ser nombrado doctor honoris causa de artes y humanidades por preservar el legado de artesanos, orfebres y plateros.

En su paso por Tane, a Bauti se le abrió una puerta inesperada: la creación de trofeos, una faceta de su creatividad que le ha brindado numerosos reconocimientos. Especialmente celebrados fueron sus sofisticados diseños para el Gran Premio de la Ciudad de México de Fórmula 1 o el galardón honorífico que entrega el Festival de Cine y Arte de Careyes, una cita que el andaluz evoca con cariño porque le permitió conocer a uno de sus ídolos, el músico Michael Nyman.

Bauti fue nombrado doctor ‘honoris causa’ por su trabajo junto a los plateros en México

Fue el propio Bauti el que le entregó ese premio al compositor de El contrato del dibujante o Wonderland, y en ese acto se cerraba un círculo. “Lee [como llamaban sus allegados a Alexander McQueen] lo escuchaba todo el rato, y con ese premio me vinieron a la cabeza mis años de pincharme con la aguja, de estar taladrando monedas para hacer un corpiño. Le conté a Nyman en el discurso que, cuando era joven y tenía que hacer los deberes de noche, el café y su música eran lo que me mantenía despierto”.

Bauti, que se define como “sevillano hasta la médula, pero con un corazoncito mexicano y un humor británico”, reforzó su amor por México en el terremoto que sacudió el país en 2017. “Todos salimos a la calle a remover escombros. Fue una experiencia aterradora, pero también muy bella porque vi cómo los mexicanos se ayudan mucho entre sí en los momentos críticos, que son un pueblo chingón, como ellos dicen”.

En su recorrido profesional también destaca su alianza con la empresaria, diseñadora e icono de la moda Iris Apfel, con quien creó una colección que pasaría de las seis piezas pensadas inicialmente a más de una veintena. “En su apartamento de Nueva York había raíles y raíles con ropa, y sólo podíamos trabajar en la mesa de la cocina porque no había más espacio. Fue fascinante porque me hablaba de Jackie Kennedy, y en una cena con Iris coincidí con David Bowie, que la saludó efusivamente a ella... y a mí ni siquiera me dedicó una mirada”, recuerda entre risas.

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