De los nombres y las sombras
Antes de que el tiempo acabe | Crítica
El poeta, editor y activista Jesús Fernández Palacios publica una amplia antología de su obra crítica y periodística en un volumen que recorre medio siglo de dedicación a la literatura
La ficha
Antes de que el tiempo acabe. Jesús Fernández Palacios. Editorial Garvm. Colección La Oveja Negra. 514 páginas. 22 euros
Desplegada en el Cádiz del tardofranquismo, la actividad del grupo literario Marejada entre 1971 y 1974, de la mano de un puñado de jóvenes hastiados del inmovilismo de la dictadura, supuso una corriente de aire fresco que impulsó decenas de tertulias, recitales y la fundación de la efímera revista del mismo nombre, codirigida por Jesús Fernández Palacios, José Ramón Ripoll y el añorado Rafael de Cózar, que sólo publicó un número –el segundo, ya compuesto, no llegó a editarse por falta de medios– pero ha quedado en los anales como uno de los signos que anunciaban que los tiempos estaban cambiando. El mismo año de 1973 en que aparecía ese único número, los integrantes del grupo montaron dos espectáculos que aunaban la poesía, la música, la danza y el teatro, El Nacimiento y el Niño, donde denunciaban el abuso y la desprotección de la infancia, y una ya legendaria Orygénesis, con la que celebraron el cincuentenario del nacimiento de Carlos Edmundo de Ory. Cuenta Fernández Palacios que ya antes de la fundación de Marejada había entrado en contacto epistolar con Ory, residente en Amiens, después de conocer su obra poética gracias a la antología de Félix Grande, y el hecho es que aquel "niño milenario", como lo llamaba el discípulo en su presentación del espectáculo, estuvo muy presente en la trayectoria del grupo y de sus principales artífices, como genio tutelar, máximo referente y cómplice en la distancia, sin duda honrado por la atención entusiasta de sus paisanos. Lo vemos años después, junto al autor, en la foto de principios de los noventa que ilustra la cubierta del libro donde Fernández Palacios ha reunido una amplia selección de sus textos críticos y entrevistas, varios de ellos dedicados al maestro.
Publicado por la colección La Oveja Negra de la editorial Garvm, que dirigen los poetas Uberto Stabile y Gema Estudillo, Antes de que el tiempo acabe se ofrece dividido en dos partes que distinguen entre los ensayos y las conversaciones, pero el espíritu de la recopilación es el mismo en ambos casos –reaparecen de hecho algunos autores, también los temas e intereses– y responde a una afirmación que leemos en el primero de aquellos, escrito con motivo del cuarto centenario de la obra magna de Cervantes: "No sé qué hubiera sido de mi vida sin los libros". Mediada la setentena, el poeta, editor y activista gaditano ha revisitado las páginas consagradas a otros desde la gratitud, desde la conciencia de haber elegido el camino de la literatura, aquí en calidad de lector y acompañante, "como un destino". En sus textos críticos, Fernández Palacios tiende a resaltar la conexión emocional, a menudo sostenida en experiencias autobiográficas, y se acerca a los escritores admirados desde una actitud que rehúye la nota aséptica en favor de la celebración apasionada. José Martí, César Vallejo y Pablo Neruda, entre los hispanoamericanos, o Antonio Machado, Jorge Guillén, Luis Cernuda, León Felipe y Luis Rosales, son algunos de los poetas a los que dedica páginas que tienen a veces un origen circunstancial, pero dejan clara esa disposición celebratoria, eventualmente apoyada en el juicio de otros estudiosos pero sostenida en una relación íntima y cordial con su obra.
Especial intensidad tienen las aproximaciones a autores a los que Fernández Palacios trató de cerca, como Rafael Alberti, Carlos Castilla del Pino, Fernando Quiñones, José Manuel Caballero Bonald o desde luego Ory, un "trágico feliz", como lo definió en las Evocaciones dedicadas a su muerte, que protagoniza varias piezas en las que se consignan "apuntes biográficos", se analiza su innovadora labor en el Atelier de Poésie Ouverte o se glosan sus Noches dantescas. En las entrevistas, por su parte, además de algunos de los ya mencionados, aparecen muchos otros nombres interesantes, como Eugenio Florit, Cintio Vitier, Antonio Mairena, José Hierro, Luis Berenguer, los poetas del cincuenta –Ángel González, Gil de Biedma, Francisco Brines, Claudio Rodríguez– o coetáneos andaluces como Pilar Paz Pasamar y Vicente Núñez. Nombres que son ya sombras, leemos en el preámbulo, y otros que siguen felizmente en activo, como José Ramón Ripoll, Ana Rossetti o Felipe Benítez Reyes. Tres de las entrevistas están firmadas con el seudónimo de Asunción Silva, un lúdico guiño al gran poeta colombiano, precursor del modernismo, que según cuenta Fernández Palacios ya estuvo presente en su niñez, cuando cantaba los versos de "Los maderos de San Juan", y fue después uno de los predilectos de Marejada. En la evocación que dedica al grupo, incluida en la primera parte, se localiza el origen de un itinerario que puede seguirse a través de estas páginas hasta ahora dispersas, donde el autor aborda sus devociones y a la vez se explica a sí mismo.
Amigos y maestros
Muy en la línea de su íntimo Ory, pero también del admirado César Vallejo, el vitalismo, el afán de experimentación lingüística y la preocupación ética caracterizan la poesía de Jesús Fernández Palacios, autor de una decena de libros de poemas, publicados entre 1976 y 2011, que se suman a las numerosas colaboraciones aparecidas en diarios, revistas, suplementos u obras colectivas. Como editor, fue subdirector de la RevistAtlántica de Poesía, al lado de su viejo camarada Ripoll, dirigió la colección de bolsillo de la Diputación de Cádiz y sigue al frente de la revista Campo de Agramante de la Fundación Caballero Bonald, que acaba de publicar un número monográfico dedicado al escritor jerezano. Autor de la edición en tres volúmenes del Diario 1944-2000 de Ory, Fernández Palacios tiene también un Diario casi inédito que arranca en los primeros setenta y llega hasta hoy mismo, más de dos mil páginas que a buen seguro, además de su itinerario personal, tan vinculado a la ínsula, contienen la memoria literaria de la ciudad en las últimas décadas. Parte de ella comparece asimismo en las piezas de este libro que su autor ha reunido, según confiesa, con nostalgia, por lo que supone recordar a los amigos y maestros que se fueron, pero también con la sensación de haber cumplido un loable propósito, el de difundir su huella y su legado como una forma de mantenerlos vivos.
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