Los perjuros de Cupido

Crítica de Teatro

Una escena de esta versión de una de las primeras obras de Shakespeare, en cartel en el Lope hasta el domingo.
Una escena de esta versión de una de las primeras obras de Shakespeare, en cartel en el Lope hasta el domingo. / M. G.
Alfonso Crespo

03 de febrero 2017 - 02:38

La ficha

**** 'Trabajos de amor perdidos'. Fundación Siglo de Oro / Shakespeare's Globe Theater. Dirección: Tim Hoare, Rodrigo Arribas. Adaptación: José Padilla. Escenografía y vestuario: Andrew D. Edwards. Iluminación: Alberto Yagüe. Coreografías: Tanja Skok. Intérpretes: Javier Collado, Montse Díez, Jesús Fuente, Alicia Garau, Jorge Gurpegui, Julio Hidalgo, David Tenreiro, Alejandra Mayo, Raúl Pulido, Raquel Nogueira, Jesús Teyssiere, Anabel Maurín, Pablo Vázquez. Fecha: Jueves, 2 de febrero. Lugar: Teatro Lope de Vega. Aforo: Tres cuartos.

Trabajos de amor perdidos no resulta obra menor, ni parece irrepresentable para nuevas audiencias. Quizás por culpa del malhechor Branagh -que reincidió en su potencial musical- teníamos un último recuerdo cursi y deslavazado, pero a la vista está que aquel regusto no se correspondía con la verdad.

La adaptación de Padilla recupera para la ocasión cierta extravagancia y tintes de esperpento que habitaban el texto shakespeariano, un estilizado fardo de autarquía que cae sobre los personajes recortándolos de manera muy singular (gestos y tonos exagerados, autoconsciencia de la máscara) y llevándoles a contrastar luego con la ligereza propia de los enredos cómicos sexuales. La obra, que nace pulcra y algo fría, pronto se envalentona al envenenarse de salvajismo. Un par de memorables secuencias surrealizantes (la de la partida de caza de las féminas y la de la confesión de los perjuros entre las enredadas verticalidades fálicas que cimentan la escena) la ponen en órbita inoculándole esa libertad aparente que más tarde, ya frenada, propiciará un brillo especial a los diálogos y soliloquios de los enamorados, personajes contaminados finalmente unos de otros.

Austera y ágil, estos Trabajos de amor perdidos dependen de un nutrido grupo de actores que son los que propician ese equilibrio entre contrastes del que venimos hablando: ya algo caricaturescos, cómplices con la resabiada platea; ya como sorprendidos en su virginidad secreta, en su frágil estatuto de hojas movidas por fuerzas que los superan. En este híbrido entre potencial payaso y comediante pasmado por su propia capacidad para la vergüenza, nos gustaría destacar a David Tenreiro, uno de los navarros conjurados en mantener una absurda promesa de abstinencia que no tarda en molestar a los dioses. Extraordinaria vis cómica la suya, que incluso parece arrastrar a los demás actores y actrices a rastrear en cada cuerpo el esquivo secreto de la risa.

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