Resucitar al padre

El primer largo de Alissa Jung desarrolla en apenas dos o tres días una única situación: una adolescente alemana viaja a escondidas de su madre hasta una pequeña localidad costera del Norte de Italia en la Marina Romea para conocer a su padre, del que no ha sabido nada, éste tampoco de ella, hasta la reciente aparición de un vídeo suyo en internet.

Estamos, por tanto, en el terreno de la confrontación y el duelo emocional entre una joven decidida y con cierta madurez (extraordinaria la debutante Juli Grabenhenrich) y un padre de vida errante y huidizo (un gran Luca Martinelli) sin las herramientas suficientes para lidiar con la situación, tampoco para aceptar sus errores del pasado, mientras se encuentra en plena tesitura de criar a otra hija pequeña en plena crisis de pareja.

Los temas de la paternidad frustrada y el deseo de reconectar con las raíces y construir la identidad se redoblan así en un filme que despliega poco a poco su emoción contenida entre un paisaje invernal de resonancias antonionianas y conversaciones siempre a medias, también en otros personajes colaterales que, como ese adolescente local, expanden el relato mientras dirimen sus propias cuitas personales y familiares.

Casi siempre fiel al tempo de ese reencuentro y sus roces de ida y vuelta, la cinta de Jung tal vez se resiente puntualmente de un exceso de visibilidad de su escritura, sobre todo en las réplicas (demasiado elocuentes) de la joven o en esos apuntes metafóricos a propósito de los flamencos de la zona que posibilitan también esa catarsis que desanude el conflicto latente para darle una salida tan emotiva como realista.