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Crece el idilio entre Art el payaso y su público
Dinamita, tuercas y mentiras. Gaizka Fernández Soldevilla y Ana Escauriaza Escudero. Tecnos. Madrid, 2024. 258 págs. 25,50 €
El presente libro, obra de los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y Ana Escauriaza Escudero, aborda de modo minucioso un atentado de ETA, particularmente sangriento, ocurrido hace ahora cinco décadas en la calle del Correo de Madrid, en la proximidad inmediata de la DGS, situada en la Puerta del Sol (la Dirección General de Seguridad, hoy ocupada por la Presidencia de la Comunidad de Madrid). El viernes 13 de septiembre de 1974, a las dos y media de la tarde, una bomba estalló en la cafetería-marisquería Rolando, ocasionando la muerte de 13 personas y causando heridas de diversa gravedad a otras 73. El atentado fue obra de los franceses Bernard Oyarzábal Bidegorri y María Lourdes Cristóbal Elhorga, junto con la escritora y activista española Eva Forest, en funciones logísticas y de apoyo. A pesar de que Forest se ufanara de su hazaña, cometida en “el corazón del régimen”, la dirección del grupo terrorista no lo consideró en iguales términos; de ahí que ETA negara su implicación en el crimen hasta el año 2018. Los autores, en cualquier caso, fueron apeados de su responsabilidad penal gracias a la ley de amnistía de octubre de 1977.
Este es uno de los motivos -las mentiras en torno al atentado- que justifican el título y la oportunidad del presente estudio. Los otros son también fácilmente comprensibles: el atentado de Rolando fue el primer crimen masivo e indiscriminado de ETA, en el que se añadieron tuercas a la dinamita para centuplicar el daño. Existe, no obstante, una razón última por la que adquiere sentido la presente obra: el recuerdo de las víctimas de aquella matanza, cuyo inmediato olvido por parte de la sociedad y el Estado se consigna meridianamente en estas páginas. Dicho olvido guarda relación con la negativa de la organización terrorista a reconocer su autoría, adjudicándola a facciones de extrema derecha próximas al régimen. Una negativa que permitió a la organización terrorista presentarse, no solo como cordero sacrificial de la dictadura, sino como organización favorable a los intereses democráticos de la ciudadanía española. El ejemplo más notable, a este respecto, es la apresurada conversión en víctima del régimen y tenaz luchadora por los derechos humanos de una de sus autoras: Eva Forest (los otros autores siguen viviendo con normalidad en Francia). En este proceso de beatificación fue determinante el influjo internacional de su marido, el dramaturgo Alfonso Sastre, declaradamente filoetarra. Fue este peso intelectual de Sastre y muchas otras personalidades, foráneas o no, el que acabará difundiendo la sospecha de una conjura ultra-derechista, destinada a fortificar un régimen crepuscular. Y despertará, de paso, ciertas simpatías hacia la organización terrorista entre la izquierda española. También ocasionará, como un eco inaceptable, la conversión del atentado de la cafetería Rolando en un fantasma sin dueño, cuyas víctimas devinieron igualmente espectros políticos, administrativos y sociales.
El mayor mérito de estas páginas, escritas con la distancia y el rigor debidos al ejercicio de la disciplina histórica, es sin embargo un mérito -en principio- externo a ella. Me refiero al gesto humano, de elemental y benéfica justicia, con que ambos historiadores han querido enmendar un vergonzoso olvido. De ello resulta -del recuento y la iluminación de aquellas vidas escarnecidas-, una imagen más compleja y exacta de la España del 74. Las víctimas, salvo alguna excepción, no eran, como pretendía Eva Forest, miembros de la policía, sino trabajadores de las inmediaciones y gentes de paso: amas de casa, estudiantes, camareros, funcionarios y pluriempleados de todo tipo, que rindieron sus vidas en el altar del nacionalismo vasco (recordemos que ETA era un escisión juvenil del PNV). Fueron, sin embargo, la agitación política del país y el cruce interesado de desinformaciones los que, verosímilmente, precipitaron en el olvido a sus afectados. Este es otro valioso ofrecimiento de la obra, que pudiera servir a los lectores más jóvenes; junto a una escrupulosa reconstrucción de los hechos y sus consecuencias, Dinamita, tuercas y mentiras es también un breviario razonado, una modesta cronología del terrorismo español de aquella hora. Un terrorismo de brutalidad creciente, de carácter totalitario, que llegó a su ápice criminal durante la democracia, y que tuvo en ETA su expresión más bárbara y deleznable.
Como se recuerda en el “Epílogo” a la obra (“Epílogo” que puede descargase con un código QR, al igual que el testimonio de las víctimas), el terrorismo español de la segunda mitad del XX no fue una anomalía celtíbera, sino una ratio de la Europa occidental, donde se concentró buena parte del terrorismo mundial, junto a la mayoría de sus víctimas. Hobsbawm, en una conferencia de 1994, La barbarie: guía del usuario, señalaba dicha peculiaridad en términos más genéricos: “El aumento de la barbarie occidental después de 1945 tuvo lugar con el trasfondo de la guerra fría, periodo que algún día a los historiadores les resultará tan difícil de comprender como la caza de brujas de los siglos XV y XVI”. En lo que atañe al terrorismo europeo, esta barbarie se centró en los países occidentales (Gran Bretaña, Francia, Italia, España, Alemania..., los célebres “años de plomo”), descollando trágicamente con la brutalidad del IRA. También se recuerda en estas páginas la colaboración y el intercambio de destrezas entre grupos terroristas, que tomaron contacto en los campos de adiestramiento del norte de África. La innovación de las tuercas para trizar a las víctimas del Rolando puede que fuera fruto de una de aquellas puestas en común. O por decirlo a la manera de Hobsbawm, de alguna “guía del usuario”.
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