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Virginia Feito. Escritora

"La vida está en los contrastes: cerca de un Chanel puede haber una cucaracha"

  • La madrileña presenta en España 'La señora March', una novela que ha triunfado en EE UU y que adaptará Hollywood, la historia del derrumbe psicológico de una mujer que se pregunta quién es

La escritora Virginia Feito, fotografiada este miércoles en una visita a Sevilla.

La escritora Virginia Feito, fotografiada este miércoles en una visita a Sevilla. / José Ángel García

A la protagonista de La señora March, la primera novela de Virginia Feito, publicada por Lumen, le basta con oír una sola frase para que su mundo, el mundo aparentemente perfecto y privilegiado en el que ella reinaba hasta entonces, se descomponga. La esposa de un escritor de éxito se enfrentará de improviso a esa pregunta incómoda de quiénes somos cuando alguien le sugiera que tal vez su marido se haya inspirado en ella para lo que la señora March considera un personaje desagradable, irritante. Esa observación incómoda, y más tarde la aparición del cadáver de una joven, arrastrarán a la mujer al derrumbe psicológico y a un turbio viaje en el que se confundirán la realidad y el delirio. Feito (Madrid, 1988) presenta ahora en España un libro escrito en inglés que ha triunfado en el mercado anglosajón, donde han llegado a comparar a la autora con Patricia Highsmith, y ante cuyas páginas el lector respira aliviado: por una vez, las críticas entusiastas andaban en lo cierto.

–La actriz Elisabeth Moss, que ha comprado los derechos del libro para una adaptación, define al personaje como complejo y muy humano. Y ciertamente lo es...

–Mi señora March es un personaje en todos los sentidos... [sonríe]. A mí como escritora, y como lectora, me encantan los grises, los negros, me interesa la gente llena de sombras. También como espectadora: ahora estoy maravillada con la serie Succession, donde no se salva ni un miembro de esa familia, y anteriormente, por ejemplo, con Breaking Bad. Hay quien me dice: ¿Pero cómo puede gustarte, con lo malos que son los protagonistas? Y la verdad es que si los protagonistas fueran todo bondad yo me aburriría. Con la señora March se puede tener compasión, porque ella ha tenido una infancia dura, fría. No le han dado herramientas para quererse a sí misma, ni para querer a los demás, y no ha creado ninguna relación sana con los demás ni consigo misma nunca. Pero llega un momento en el que nos preguntamos si eso justifica su comportamiento, si no es una mujer privilegiada incapaz de hacer autocrítica, y ahí es cada lector el que debe tomar una postura.

–Es revelador que no se sepa hasta el final del libro el nombre de pila de la protagonista. La novela se pregunta quiénes somos, qué es ese concepto de la identidad.

–Me fascina ese enigma de por qué somos como somos, qué piezas del puzle de nuestra identidad hemos ido acumulando con las experiencias vividas, cómo puede un mínimo gesto un día llevarte a ser de una manera o a ser de otra... ¿Por qué tomamos las decisiones que tomamos? A mí me entusiasma observar todo eso con un distanciamiento clínico, sin juzgar, pero me apasiona ver cómo unos eligen unas cosas y otros eligen otras, según de dónde vienen y hacia dónde quieran ir. Todo lo relativo a la identidad es muy estremecedor: que alguien decida ser como otra persona, que adopte su forma de actuar, intente parecerse en su físico, resulta muy impactante. ¿Qué le lleva a hacer algo así? Ése era uno de los temas que exploraba El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith, una de las razones por las que ese libro es tan grande.

–Desde la primera escena en una pastelería, la señora March está pendiente de lo que opinarán los demás de ella. La novela indaga en las presiones que tienen las mujeres por responder a determinados patrones.

–Las mujeres tenemos más presión, sí. Debemos estar bien vestidas, monas, maquilladitas. Es impresionante cómo nos machacamos a nosotras mismas, lo inclementes y exigentes que somos, las burradas que nos decimos en el espejo. En vez de intentar querernos cómo somos nos reprochamos que tenemos celulitis, que andamos con el pelo hecho un asco, que qué gordas estamos... Supongo que esa presión hace que nos juzguemos más, a nosotras mismas y también a las otras. Y en las clases altas, donde te puedes hacer una manicura todos los días, poner todos los tratamientos del mundo, la situación ya se vuelve imposible.

–El Upper East Side que retrata no es tan esplendoroso como parece. En esos pisos inalcanzables para la mayoría de los mortales... ¡hay cucarachas!

–[Ríe] Eso me ocurrió a mí. Yo vivo en Madrid en un piso estupendo, muy señorial, que me encanta, y no paraban de salirme cucarachas. Y me decían: Es que es un edificio antiguo. Y otros me sugerían que limpiara, a mí, que soy obsesiva compulsiva en la materia... Los exterminadores que venían a fumigar no encontraban el nido, no daban con la clave, y yo me volvía loca. Era la única que las veía y llegué a pensar que me las estaba imaginando. Yo buscaba obras literarias en las que saliesen cucarachas, para sentirme menos sola, pero me encontré con que eso sólo se daba con personajes que vivían en la miseria, debajo de un puente. Pensé que sería muy potente hablar del lujo, describir las telas, las prendas de Chanel, y juntarlo con el tórax de una cucaracha, con orina que cae de una pierna, con un parto desagradable. Me encantan esas mezclas, porque de ese contraste se compone la vida, y porque abordar sólo uno de esos lados aburre.

"Me fascina el enigma de quiénes somos, qué vivencias influyen en ese puzle de la identidad"

–Ahora que se habla tanto de salud mental, su protagonista demuestra que incluso la gente que lo tiene todo puede romperse, puede ser igual de frágil.

–Yo no soy una experta en salud mental, pero es verdad que el libro habla de cómo la psique de una persona así también puede quebrarse. Aunque aquí se da cierto equívoco: decimos que esa persona lo ha tenido todo, pero en realidad le ha faltado lo más importante, el amor. Poder amarse a sí misma, amar a los demás, eso no lo ha aprendido. Y por mucho dinero que tengas, si careces de eso... poco tienes que hacer.

–Su protagonista contempla con extrañeza y desapego a su hijo. Da la impresión de que la ficción contemporánea –ocurre también, por ejemplo, en Yo, mentira, de Silvia Hidalgo– está empezando a atreverse a retratar a madres imperfectas...

–Quizás esté dejando de ser tabú, sí, porque hasta ahora parecía que daba miedo plantear matices. ¡Si hasta en Juego de tronos la perversa Cersei es una madraza! Con el retrato de la maternidad nos movíamos en dos extremos: las mujeres que aman de forma devota a sus hijos, o las madrastras villanas de Disney. Yo no soy madre, pero me da rabia cómo se esconden algunas cosas. La crudeza del parto, por ejemplo. Se dice Ha dado a luz, ha ido muy bien, pero mis amigas me cuentan lo que han vivido y es sangriento, asqueroso, terrible, pero de eso no se habla. ¿Por qué? Porque se ha creado esta imagen de la mujer como una bella flor, pero, lo siento, vivimos en sangre, es muy macabro lo que nos pasa en nuestros cuerpos. Yo quiero explorar esa violencia...

Virginia Feito. Virginia Feito.

Virginia Feito. / José Ángel García

–¿Puede adelantar algo de la adaptación que hará Hollywood?

–Elisabeth Moss se leyó el manuscrito un año antes de que se publicara, porque en Hollywood están pendientes de todo antes de que se publique. Me pidió hablar por Zoom en plena pandemia, y me encantó su visión: ha pillado el tono de la obra, la rareza del libro. Quiere producir, protagonizar y llevar el mando creativo, con Blumhouse, que es una maravilla que también se sume al proyecto. Estoy escribiendo el guión, pero aún no sé qué estoy haciendo [ríe]. En la adaptación se puede sacar más la parte de thriller, de terror, incluso de comedia... Y estoy un poco a la espera. Esto llevará su tiempo, porque Elisabeth tiene un montón de proyectos, y Hollywood va a su ritmo. Lo vivo con una ilusión enorme, pero no niego que también siento presión.

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