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Análisis

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'Brexit', una trampa sin salida

Al final el Brexit no era el paraíso prometido, sino una trampa perversa y sin salida. La irresponsabilidad de David Cameron hizo caer a su país en la trampa y Teresa May construyó un laberinto de tal complejidad que nadie encuentra la salida. No es difícil encontrar en la historia reciente del Reino Unido dos políticos tan incapaces, mediocres e irresponsables que hayan hecho tanto daño. Teresa May ha perdido la credibilidad. Nadie apoya su personalísimo acuerdo . Tras varias derrotas parlamentarias, el Parlamento Británico le ha arrebatado el control. No es sólo de tozudez y falta de flexibilidad, sino también de desconfianza en sus capacidades y en sus objetivos políticos. Nadie se fía de ella.

Hoy la Cámara de los Comunes debatirá una lista de todas alternativas. Mediante un procedimiento de "votaciones indicativas" se irán valorando, priorizando o descartando las alternativas, hasta dar con la que suscite mayor apoyo. La lista será abierta y contemplará todas las que propongan los diputados, incluidas las ya conocidas: el plan de salida de May, un Brexit suave (tipo Noruega o Canadá), un nuevo referéndum, un Brexit salvaje, la renuncia a la utilización del artículo 50 del Tratado de Lisboa que anularía el proceso, o una larga prórroga. El éxito no está garantizado. Existe la posibilidad de que ninguna alcance la mayoría absoluta. Pero sí quedará establecida una escala de prioridades. No cabe hacerse muchas esperanzas, la escasa experiencia histórica en la utilización de este procedimiento no ha sido positiva. Por otra parte, la votación no es vinculante.

No sería extraño que Teresa May se niegue a aceptar la propuesta seleccionada si no es de su gusto o no tuviera mayoría suficiente. Descartado el Brexit duro, que nadie quiere salvo los euroescépticos más radicales, las alternativas que menos gustan a May y a su partido son: un nuevo referéndum, el descarte del artículo 50, o una prórroga excesivamente larga. De lo que nadie duda es que hará todo lo posible para defender su plan de salida como única alternativa posible, aunque pague el precio de su dimisión en diferido. Pero nadie se fía de Teresa May, que ha llegado a utilizar declaraciones populistas en desprestigio del Parlamento, atribuyéndole la responsabilidad del fracaso. Si llegado el día 12 de abril no se hubiera alcanzado el consenso habría que decidir entre unBrexit duro (caótico económica y socialmente), pedir una amplía prórroga o renunciar al artículo 50, volviendo al punto de partida. No se puede descartar una moción de censura y nuevas elecciones.

De lo que no cabe duda es de que el Consejo Europeo está harto. En estos momentos su interés es zanjar el asunto con un Brexit rápido y acordado. En ningún caso le interesa una prórroga, un Brexit lento que dificulte la gobernanza europea y le distraiga de sus grandes retos: frenar los populismos de cara a las próximas elecciones europeas, completar la Unión Monetaria, hacer frente a los desvaríos de Italia y hacer un frente común ante las estrategias comerciales de Estados Unidos y China. El Brexit nos ha dejado algunas lecciones: el mayor enemigo de la UE es la demagogia y la posverdad de los populismos nacionalistas. Europa no atenta contra la soberanía nacional, son los nacionalismos populistas los que amenazan el futuro de la UE. El enemigo está en casa. La gran lección es que es relativamente fácil entrar en la Unión, pero es casi imposible salir de ella, porque en este mundo incierto y global fuera de la UE el ambiente es hostil y hace mucho frio.

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