Joaquín Aurioles

Economía y calentamiento global

Tribuna Económica

21 de marzo 2019 - 02:34

Una vez recibí una explicación de la relación entre economía y calentamiento global basada en las leyes de la termodinámica que, a pesar de mis limitados conocimientos sobre esta última, me parece oportuno intentar resumir en la celebración del Día Internacional de los Bosques.

A todos nos resulta familiar la Primera Ley de la Termodinámica: la energía ni se crea ni se destruye, tan sólo se transforma. El ejemplo habitual para su explicación es el carbón que utilizan las centrales térmicas para producir electricidad. En un kilo de carbón existe una determinada cantidad de energía que no resulta de gran utilidad, pero que si se transforma en electricidad permite iluminarnos y hacer funcionar un electrodoméstico. La central eléctrica transforma parte de la energía del carbón en electricidad, pero otra parte permanece en los residuos que genera o se transforma en energía térmica, es decir, en calor, que intercambia con el medio ambiente.

La economía productiva, por tanto, transforma recursos inutilizables en su estado natural en bienes que tienen una utilidad y un valor, generando residuos y calor, pero existen otros muchos procesos similares en la naturaleza. Los propios seres vivos aprovechan la energía contenida en los alimentos para producir trabajo y movimiento, además de residuos y subir la temperatura corporal.

Pero no todos los sistemas tienen el mismo grado de eficiencia y la Segunda Ley de la Termodinámica viene a recordarnos sus consecuencias. Las empresas y los seres vivos son, en apariencia, organismos ordenados, pero la realidad es que para mantener su orden interno utilizan más energía de la que aprovechan y la que les sobra la devuelven a la naturaleza en forma de energía desordenada. Como podemos imaginar, los sistemas poco eficientes transforman en desordenada una elevada proporción de la energía que utilizan y con una característica adicional: la imposibilidad de su reconducción hacia otro sistema ordenado. Se conoce con el nombre de entropía (desorden) y, volviendo al ejemplo del carbón, significa que es imposible dar marcha atrás para intentar reconstruir el trozo original de carbón, a partir del calor, los residuos y la energía generados durante su combustión.

En el proceso de producción, así como en otros muchos procesos, la tendencia al desorden creciente es irreversible y sus consecuencias fácilmente imaginables: contaminación, desaparición de especies, bosques y recursos y deterioro progresivo del planeta. Esta premonición tan desalentadora sólo es válida, sin embargo, cuando la cantidad de energía existente en el sistema es fija e invariable.

Afortunadamente el sol es una fuente originaria de energía lo suficientemente potente para revertir la entropía y reconvertir el residuo en suelo fértil y en nuevos recursos, bosques y alimento. La naturaleza ofrece, de esta forma, una nueva oportunidad a la economía para seguir generando bienestar, pero la experiencia nos enseña que existe un nivel crítico en el desorden que algunos lugares y especies no han conseguido superar. Esto es lo que jóvenes de todo el mundo denuncian en su campaña contra el calentamiento global. No tenemos un planeta B.

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