Análisis

Gumersindo Ruiz

Reglas morales que unen y dividen

Una de las cosas que más llama la atención de la película Parásitos de Bong Joon-ho, es cómo a pesar de la barrera del idioma y una narrativa concreta de Corea del Sur, llega a espectadores de todos los países, y consigue no sólo el Oscar a la mejor película extranjera, sino también a la mejor película. Por fuerza tiene que haber en ella conflictos y sentimientos que son universales; sin embargo, la unanimidad en la apreciación de la película por personas de culturas diferentes, ideologías dispares, y actitudes diversas, no nos deja sensación de unidad moral, sino la inquietante duda de cómo cada uno la interpreta.

Oliver Scott Curry es un antropólogo en la Universidad de Oxford que buscó reglas morales que pudieran ser comunes en el mundo, encontrando siete: la cooperación, sobre todo sacando adelante la familia; la lealtad a los grupos más cercanos como forma de solidaridad; la reciprocidad en la confianza y gratitud devolviendo favores, y en otras situaciones procurando venganza; actitudes de bravura y dominio ante los conflictos; pero también de humildad, deferencia y sumisión al poder; cierta justicia en cómo repartir los recursos; y los derechos de propiedad, esto es, no robar. Estas siete reglas de moralidad difieren en cómo se aplican, pero son bastante comunes. Sin embargo, se ha criticado el trabajo de Curry porque no sabemos qué es innato y qué adquirido, ya que si algo parece claro en los últimos estudios de economía es que gustos, actitudes y comportamientos están influidos por el entorno social y las circunstancias.

Los personajes de la película de Bong Joo-ho no son realmente parásitos, porque trabajan de chófer, profesor de inglés, psicoterapia infantil, y servicio doméstico; aunque los trabajos en la preciosa casa de sus empleadores los hayan conseguido mediante engaños, son verdaderos emprendedores competitivos. Al fin y al cabo la familia huésped, como es habitual, es incapaz de hacer nada sin ellos. El conflicto untado de humor es algo permanente, ya que la próspera sociedad surcoreana no consigue -también esto es general- que la mayoría de la gente sienta que le llega ese progreso, e incluso los estudios se convierten en obsesión, estrés, y tristeza. Las cosas se ven de manera muy diferente en ambas familias, y para lo que en una es un día espléndido tras las lluvias, para la otra es el desastre de la tormenta que ha inundado el semisótano en que viven, y frente al que se alza como símbolo la espectacular, moderna y confortable casa de la familia huésped -con secretos en el sótano, que desconocen-.

Quizás en las siete reglas morales que Oliver Scott propone como algo universal, aunque relativo, esté también el germen de lo que puede ser la conflictiva realidad, con su potencial terrible y explosivo.

Pero me quedo con lo que une a las personas; mi amigo Manuel Alvar me regaló, hace muchos años, un libro de poemas coreanos traducidos por su alumno Kim Hyun Chang, gracias al cual -dice Alvar- "los mundos remotos se han acercado y los hombres pueden entenderse por esas palabras transformadas", palabras como las de estos versos antiguos, que reflejan sensaciones y deseos comunes: "¿No te gustaría descansar como yo, / con tan sólo los pensamientos necesarios?".

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