Análisis

Pilar Fuertes

Viva usted su entierro

03 de julio 2017 - 02:34

Las redes sociales pueden darnos por muertos aunque estemos vivitos y coleando. Se les da bien el levantamiento de cadáveres sin personarse, certificar defunciones donde no hay difuntos, encargar la caja sin tener al fiambre. Lo mismo que no contrastan noticias y atribuyen las frases que nadie dijo, te escriben la necrológica de quien aún no está para su funeral. Que se lo digan a Howard Jackson, el negrito que se hizo popular por vender pañuelos en un semáforo de la Plaza de Armas, disfrazándose de más cosas que en una final del Falla.

Lo que Howard habrá tenido que leer estos días en cientos de mensajes de condolencias por internet. La de pésames que ha sabido de su muerte mientras él seguía realmente acercándose a las ventanillas de los coches. Pero un tuit del PP lo había matado. Y el negro lleva como una semana recibiendo la cabezada de sus apesadumbrados clientes del clínex, sus desconsolados conductores de Plaza de Armas.

No es la primera vez que pasa algo así. Se han muerto ya los vivientes Miguel Bosé, El Puma, Raphael… hasta la mismísima Duquesa de Alba murió varias veces antes de morir. Hoy se puede cascar de muerte súbita, a golpe de tuit. Y así se ha inventado la manera de poder asistir a nuestras propias pompas fúnebres.

¿No tiene curiosidad por saber qué dirían los demás el día que usted se muera? Howard ha podido comprobar que lo quería todo el mundo, hasta los que no le bajaban los cristales. Ha descubierto que su pérdida se ha sentido como irreparable y lamentable para todos. El liberiano sabe ahora después de "muerto" que vender pañuelos era más gordo de lo que él se hubiera imaginado. Sin saberlo en vida, tenía amigos por todas partes. No daba abasto con sus paquetitos. Jamás escuchó un "no, gracias". Algunos ya han guardado los últimos que le compraron como una reliquia. Antes se quedan sin sonarse los mocos que deshacerse de un pañuelo del adorado Howard. Ha llorado la gente más que en los toques de las Lágrimas. Y ahora que estaba en la gloria, se nos va al cielo.

Se me ocurre montar un negocio de muertos vivientes, igual que se organizan bodas, bautizos y comuniones. La mayoría de estas empiezan a ser también bastante falsas. ¿Quiere usted saber lo que va a ocurrir en su entierro? Descanse en paz unos días mirando quién viene a dar la cabezada por usted. Compruebe si los suyos se desviven más que los sobrinos de Serafín, aquel de Paco Gandía. Observe si acude más gente al suyo que al entierro de Queipo, llueva o no. Sea Mañara por tres días. Vea la luz blanca al final del túnel y luego vuelva a la tierra no prometida. Se me ocurren mil eslóganes tan pícaros como morbosos. Mire su muro de Facebook y compruebe quién lo ha echado de menos y quién no se ha dado ni cuenta de su ausencia. Y cuando vuelva a resucitar de entre los muertos, saneado su entorno y eliminado a los falsos, estoy segura de que entonces sí que habrá pasado a mejor vida.

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