La ventana
Luis Carlos Peris
A ver qué nos espera
Este verano de Mundialito y de inmisericorde calor africano ya ha dejado el nombre de su hombre. No está en el torneo que se libra en Estados Unidos, sino a la sombra de su casa de siempre. El hombre del verano futbolístico no es otro que Nico Williams, ese diablo a babor que se ha erigido en una especie de tahúr para enriquecerse mediante ases en la bocamanga. Y es que la jugada del no traspaso al Barcelona más parece obra de un mago que, nada por aquí y nada por allá, ha causado asombro a la totalidad del universo Fútbol.
Qué manera de manejarse con los cartones de Heraclio Fournier, qué maestría, con qué destreza se ha llevado el agua a su molino. Asombrosa la maestría del joven Nico para, a una semana de cumplir los veintitrés años, dar sopas con honda a la situación sembrando el alborozo en Ibaigane y el estupor en Can Barça. Y qué ridículo tan espantoso el de esos tribuletes que no contemplaban otra salida que la de vestirlo de azulgrana.
Y lo más jocoso es que los que lo llamaban traidor y vandalizaban su imagen radican ahora en Arístides Maillol. Le ha dado la vuelta al asunto Nico consiguiendo sacar un contrato sólo asumible por ese Athletic Club tan vinculado a Ajuria Enea. Seguir en casa ganando el doble es para darle una ovación con vuelta al ruedo y a ver quién nos priva de creer que Nico ha sabido valerse de un tercero para alcanzar un estatus envidiable. Por tanto, ovación cerrada a un magnífico jugador de póquer.
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