Vámonos a hacer pascuas
Treinta años de una pesadilla con final feliz
Treinta años y parece que fue ayer. Con la de acontecimientos acaecidos tras esa fecha y parece que fue ayer cuando el Sevilla fue descendido a Segunda B. Recuerdos de un mediodía pavoroso el de aquel 1 de agosto de 1995 y un servidor recuerda cómo fueron las primeras reacciones. Contadas en primera persona, la noticia se dio a mediodía y nos cogió en el Polígono Store mano a mano con Luis Cuervas en la intimidad de su despacho en el próspero negocio juguetero que regentaba con sus hermanos Francisco, José y Antonio.
Y en esas estábamos cuando un empleado nos alertaba de que una manifestación de sevillistas no cariñosa se dirigía a Store a pedir explicaciones. La medida inicial fue la de poner a resguardo los coches y a partir de ahí el tiempo cabalgaría inexorable. Paralelamente, el equipo estaba haciendo la pretemporada en La Barrosa a las órdenes del portugués Toni, el hombre que había sustituido a Luis Aragonés en el banquillo blanco.
La primera reacción de Luis Cuervas fue de incredulidad, lo que a medida que iban pasando las horas se iba tornando para ir desde la estupefacción al desánimo. Estratégicamente había que mover todos los hilos posibles a la vez que la demostración de que los avales habían sido cumplimentados en la Liga era de obligado cumplimiento. Y ahí cobraron gran protagonismo Eduardo Romero y el entonces bancario Jesús Rodríguez de Moya. Fueron quince días de insomnio con final feliz.
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