Víctimas de la última contraseña

Pendiente y con el alma en vilo por esa contraseña que se te enredó en la sesera y que te tiene totalmente colapsado, absolutamente inutilizado para cualquier operación. La vida pende de esa contraseña que te pone en contacto con el banco o con cualquiera de tus allegados. Contraseñas de todo tipo, bien con minúsculas o mayúsculas o bien mediante guarismos

. La vida, cuando se halla a la altura de la de un servidor, se ve atropellada por esa medida por tu bien que es la contraseña. Contraseñas para todo y siempre en aras de una seguridad que no siempre, o casi nunca, es fiable. Contraseñas cambiantes para preservar tu documento por mucho que te resistas, que se trata de preservar una intimidad diariamente asaeteada vía telefónica. Situaciones kafkianas en esta sociedad que te recuerda cruelmente tu fecha de caducidad.

¿Cuántas contraseñas guarda usted, querido lector? ¿Se acuerda de todas? Qué suplicio éste de las contraseñas.