Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Abucheos y banderas

ANTES que nada, y para prevenir malentendidos, aclararé que el abucheo me parece una manifestación democrática perfecta. Es más, me parece más conmovedor un abucheo que un himno. El abucheo es una manifestación de libertad y el himno de marcialidad. En las dictaduras suelen resonar los himnos, pero las protestas se acallan a punta de fusil. Un país donde esté prohibido el abucheo no es un país democráticamente limpio. Tampoco me parecen transparentes los cargos públicos o institucionales (desde el rey al concejal de fiestas) que no son capaces de aguantar las broncas que les corresponden en el prorrateo de la libertad de expresión. Da igual quien patee o silbe, e incluso si tiene razón o no la tiene. Lo crucial es que se preserve de cualquier tic autoritario la libertad de protesta. En este sentido me parece magnífico que los ciudadanos abucheen a Zapatero.

Ahora bien, el abucheo cíclico del presidente del Gobierno el día de la Fiesta Nacional, cuando preside junto al Rey el desfile militar rodeado de altos mandos del Ejército con la charreteras relucientes, tiene una lectura subjetiva. La primera característica es que es una protesta periódica, es decir, que los mismos individuos con sus mismas convicciones acuden al desfile para, por un lado, vitorear al Ejército y a todas las panoplias bélicas y, por otro, abroncar al Gobierno. Es como si estos adversarios del presidente del Gobierno (o del PSOE, puesto que al PP lo respetaron) no se contentaran con abuchear sino que además le gustara hacerlo con el Ejército y la bandera por testigos, quizá con la pretensión de que los altos mandos militares sepan quiénes son los buenos españoles y quiénes los malos.

A mí, guardando las distancias, me recuerda todo esto los duros años de la Transición (porque la Transición, al contrario de lo que predica ahora la derecha, fue muy dura, hubo mucha resistencia y se derramó demasiada sangre) en que los grupos de exaltados pedían la intervención del Ejército. Los abucheos del desfile de hogaño ¿son un retroceso a aquellos días oscuros de antaño? No lo sé, pero a mí me retrotraen a aquellas manifestaciones de los sectores más inmovilistas.

El gran Ambrose Bierce, mago del humor negro, escribió un relato sobre un desfile de la victoria que a mí me ha marcado a la hora de interpretar la compostura en los desfiles. Lo resumiré en pocas líneas. Día de las fiestas patrias. Cuando pasa la bandera todo el mundo se cuadra con veneración. Sólo un hombre no se lleva la mano a la sien ni saluda. La multitud lo señala, se lanza contra él y lo golpea con saña. Cuando la policía rescata el cadáver descubre que es un soldado mutilado al que le faltan ambos brazos.

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