Francisco Correal

Anticristo

Cuchillo sin filo

11 de julio 2014 - 01:00

UN minuto de silencio en memoria de Alfredo di Stéfano y casi dos horas de mucho ruido y pocas nueces que le dieron a Argentina el pase a la final de Maracaná. Tan lejos de Dios y tan cerca de los argentinos, pensarán en Brasil pidiéndole prestada la sentencia a los mexicanos. Más les hubiera valido que entrara en la portería el disparo del chileno Pinilla que se estrelló en el travesaño. Sería muy fácil la rima del desaguisado entre 1950 y 2014: de Gigghia a Pinilla. ¿Cómo recordar los nombres de la armada alemana que rubricaron la catástrofe? Más fácil es decir los que no marcaron, aunque sea bien difícil escribirlos: Mertesacker, Schwensteiger, Hummels, Höwedes, Boateng. Y todo el cuento empezó con un autogol de Marcelo a Julio César con Croacia. Simulacro de las Galias.

El Argentina-Alemania de la final de México 86 fue mi último Mundial de soltero. El Alemania-Argentina de la final de Italia 90, el primero de casado. Unos meses después de que cayera el muro de Berlín. Argentina jugó las semifinales con el aliento de Di Stéfano. Este equipo es el perfecto resucitador. El mismo día que le ganó a Holanda el Mundial que organizó en su país, Jorge Luis Borges daba una conferencia sobre la inmortalidad. Ocho años más tarde, Borges muere el 14 de junio de 1986, en pleno Mundial de México. Dos días después, en bloomsday, Argentina elimina a Uruguay en los octavos de final. La misma ronda de los cuatro goles del Buitre a Dinamarca. El choque previo a la mano de Dios a Peter Shilton que equilibró los saqueos de Francis Drake. Bilardo convocó a Valdano, su anticristo particular, que marcó en la final.

En ese cuatrienio, argentinos y alemanes se repartieron el mundo del fútbol. Eran tiempos de Felipe en la Moncloa y Woyjtila en el Vaticano. Al Papa polaco le divertiría que se disputen la hegemonía los países de los papas que le sucedieron en San Pedro, Ratzinger y Bergoglio, con apellidos bien balompédicos. Esos cuatro años marcan el final de Borbolla en la Junta, que un cuarto de siglo después soñaba con un triunfo de Holanda. El Mundial de Italia coincidió con la campaña que llevó a Chaves a San Telmo, donde aguantó varios Mundiales y un par de papas.

No hubo minuto de silencio por Borges en el Mundial de México. Le gustaba más el rugby. Descansa en Suiza, como su admirado James Joyce, leyendo a Julio César batido por Marcelo: ¿Tú también, Bruto?...

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