La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
La ventana
AMANECE el día más largo, uno de los tres jueves que relucen más que el sol. Bueno, sólo dos tras el ninguneo que de unos años acá sufre el de la Ascensión. Jueves Santo en Sevilla, casi nada, con el único olivo completo de nuestra Semana Mayor, el de Montesión, por las calles de esta Jerusalén efímera, más el tintineo de los rosarios que orlan los varales de su palio. La Quinta Angustia con el tétrico bamboleo de Cristo muerto por la Magdalena, la de la Victoria de orilla a orilla, el Cristo de los Negros volviendo bajo la inigualable luz del ocaso primaveral por Pilatos o la Exaltación galopando indesmayable por la costanilla del Bacalao. Pero este jueves tan luminoso, tan sevillano, se reserva el pase de la firma más excelso para cuando los cuerpos vayan preparándose para la excelsa Madrugada. La Virgen del Valle, aristocrática, única, precediendo al Señor de Pasión. Qué noche la de este día...
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