Juan Luis Pavón

Barranco de lo sempiterno

PASA LA VIDA

10 de enero 2010 - 01:00

LAS Naves del Barranco siempre son un escaparate centrado y céntrico del rumbo que lleva Sevilla. No mandó el alcalde sus naves a luchar contra los indigentes que se refugian en ellas cada temporada de frío asaz húmedo. En el mapa hispalense de los sin techo están señaladas como destino tranquilo en su trasera por tener a distancia a vecinos y transeúntes. Lacerante refugio de la deshumanización y la insolidaridad que era la otra cara de una oficina de turismo. Cerrada ésta, no mandó Sevilla sus impuestos a que le vendieran la enésima cortina de humo con las Naves del Barranco, lugar donde la propaganda municipal situó la promesa de crear un centro de interpretación turístico de la Semana Santa. Vacuidad innecesaria de una idea que se resolvería felizmente abriendo diez horas al día 40 iglesias y capilllas donde ver, oír y oler estéticas con denominación de origen.

La última ocurrencia municipal para tan acristalado espacio era destinarlo a su televisión, la suya. Por eso, en esta Sevilla tiesa, qué mejor reality show que un Gran Hermano de mendigos ocupando las vacías Naves del Barranco con las pocas mantas y colchones que pudieron arramplar, y usando el entorno como insospechada letrina. Sentido de anticipación no les ha faltado. Tras cada emisión en horario de máxima audiencia, ya en un estudio con calefacción, un grupo de tertulianos maquillados para la ocasión puede comentar las mejores jugadas de la desharrapada convivencia sobre la telebasura literal, y recrearse en la suerte de ligarlas a la interpretación de la Sevilla eterna, al Barroco del esplendor y ruina, a Mañara, a Valdés Leal y a la Ciudad de las Personas.

Naves del Barranco, sombra y luz de una ciudad sin rumbo cierto, predispuesta a engañarse pese a ser transparente. Otrora mercado de pescado, agora espina clavada en la dignidad de una capital con escasísima economía de mercado y cuyo género huele mal.

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