Carlos Colón

Cantar de Mio Alfredo

la ciudad y los días

05 de julio 2011 - 01:00

NO sólo los ex de la ceja dejan el barco. Hasta Alfredo P. se desmarca de su líder ("hemos trabajado juntos, pero somos distintos") manifestándole una envenenada fidelidad ("no pienso hacer caso a los sociólogos que me dicen que me separe de ZP") y afirmando que lo guay es lo que propugnaba el PP cuando el PSOE negaba la crisis ("deberíamos haber hecho otras reformas laborales hace ocho años, haber dado flexibilidad a las empresas cuando las cosas iban bien"). Si será listo el tío que ha dado con la clave para acabar con el paro ("sé lo que tenemos que hacer para crear empleo y tengo las propuestas para hacerlo") pero se la guarda para canjearla por votos. Si será listo que es capaz de poner en valor su experiencia y su virginidad: "Ahora tengo la posibilidad de ser yo mismo y de formular cosas que siempre he tenido en la cabeza pero que no he llegado a plantear". Ese yo tiene que ser tan desmesurado que no le han bastado 25 años de dedicación a la política, ni los ministerios de Educación y Ciencia, de la Presidencia y Relaciones con las Cortes o del Interior, ni la vicepresidencia primera del Gobierno, para ser él mismo. Sólo la Moncloa, por lo visto, puede permitir que se despliegue ese asombroso y desmesurado yo.

Tan colosal yo requiere, no informadores, sino rapsodas para poder comunicarse. Como el Cantar de Mio Alfredo que le ha dedicado un diario nacional al trazar su perfil: "pieza imprescindible", "superviviente excepcional", "la derecha teme a este hombre", "a la extrema derecha le descompone el mero enunciado de su nombre", "inteligente, trabajador y muy capaz", "capacidad comunicativa (que) descansa en el lenguaje corporal, en los gestos envolventes, algo hipnóticos, de sus manos, en las expresiones faciales, el juego de señales de los ojos y el énfasis verbal que le permite enfocar e iluminar donde quiere", "estudiante brillante", "niño bueno y religioso", "extremadamente inteligente, calculador y táctico", "muñidor de las grandes operaciones, negociador de todos los acuerdos", "devorador de libros y estudioso impenitente", "oratoria netamente didáctica, como si no acabara de abandonar el aula universitaria", "empleo sistemático de la lógica, derivado de su formación científica", "nadie como él para desbaratar los frentes del adversario", "gancho con las mujeres", "Maribel Verdú, Loles León y algunas periodistas han declarado de forma espontánea que les pone", "estilo entre cínico y sensible, duro, inteligente y divertido, propio de los personajes de la novela negra".

Y eso que Alfredo P. apenas ha empezado a ser él mismo. Esperen y verán.

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