Catedral: pago y respeto

Se están dando cuenta de que combinar museo de pago y respeto debido a un recinto sagrado es casi imposible

07 de junio 2019 - 02:32

Quien paga, manda. Respetando ciertas normas, claro. Pero cuando estas se contradicen la cosa se complica. Y el Cabildo Catedral se ha visto cogido en una contradicción. ¿Son apropiados los mini shorts, camisetas que descubren más de lo que tapan, vocerío o chancleteo en un recinto sagrado? No. ¿Es apropiado que se cobre entrada para visitar un recinto sagrado? Tampoco. Esta es la contradicción. Si se paga por entrar, el recinto se pone a la altura de un museo. En ellos se prohíbe comer y beber en las salas y se recomienda hablar en tono bajo y no utilizar el móvil. Pero nada se dice sobre el atuendo. El museo cuida que no se dificulte la visita y no se dañen las obras. Un templo, además, tiene otra dimensión: la del respeto debido a lo sagrado. Que se ve comprometido cuando se museifica cobrando una entrada para acceder a él e incluso -como sucede en nuestra Catedral- creando áreas expositivas dentro del propio recinto de culto.

Antes se distinguía entre el recinto sagrado, el tesoro y la Giralda. El Patio de los Naranjos estaba abierto a la libre circulación y disfrute de turistas y sevillanos. Después a los nativos nos quitaron este disfrute para unificarlo todo -patio, Giralda, tesoro y recinto sagrado- en la visita de pago. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Lo que se quiere hacer en la Catedral se hace en la Capilla Sixtina y los Museos y Jardines Vaticanos, que son espacios museísticos: "No se admiten prendas sin mangas o escotadas, pantalones cortos, minifaldas o gorras". Lo mismo se exige para visitar la Basílica de San Pedro. Pero, detalle importante, con mayor rigor por tratarse de un templo al que -como debe ser- se accede gratis. Al unificar zonas museísticas y de culto los canónigos se lo han puesto difícil a ellos mismos. Tienen razón al decir que "la adecuada estética en el vestir favorece (…) el respeto por la sensibilidad especial que supone la visita de una Catedral". Pero, ¿cómo definir esta "adecuada estética"? ¿Cómo pedir respeto al recinto sagrado a quien entra en él pagando como si de un museo se tratara? Comprendo sus apuros por restaurar y mantener la Catedral. Y sé (o supongo) que la aman, respetan y sirven infinitamente más que yo, que nada hago por ella. Pero se están dando cuenta de que combinar museo de pago y respeto debido a un recinto sagrado es difícil si no imposible. Está escrito: "El celo de tu Casa me consume".

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