José Antonio / Carrizosa

Centralidad

Alto y claro

04 de enero 2015 - 01:00

EL año que acaba de empezar puede ser desde el punto de vista político uno de los que marcan el final de una época y el comienzo de otra. Caben pocas dudas de que la crisis que se inició en 2008 y de la que apenas empezamos a recuperarnos -por más que desde el Gobierno se quiera vender que viviremos en el mejor de los mundos posibles- ha devenido en un descontento social que ha hecho quebrar el sistema en el que hemos vivido en las últimas décadas. A España ya no le vale el modelo que surgió del final del franquismo y que se plasmó en la Constitución de 1978, y ahora hay que buscar nuevas fórmulas para garantizar la cohesión social. El primer aldabonazo lo dieron las elecciones europeas de la primavera del año pasado: el profundo descontento social dio lugar al nacimiento de Podemos, un fenómeno creado por la televisión a partir de la promoción de un magnífico comunicador, con tintes claramente populistas bajo un manto de extrema izquierda. Desde entonces, el partido de Pablo Iglesias ha convulsionado el escenario y le ha dado la vuelta a las encuestas. Ante la nueva situación creada, posibilidades que antes parecían tan ilusorias como poco deseables se presentan como asuntos que hay que considerar y tener muy en cuenta. Es sobre todo el caso de un posible acuerdo, cuyo alcance estaría determinado por las urnas, entre los dos grandes partidos que han dominado desde el final de la dictadura el Parlamento español. Si la situación lo requiriese, y es posible que así suceda, está claro que PP y PSOE tendrían que hacer un esfuerzo de acercamiento para asegurar el funcionamiento del sistema democrático. Descartarlo de plano como ha hecho el secretario general del Partido Socialista, Pedro Sánchez, demuestra falta de madurez política e ignorancia sobre la responsabilidad del puesto que ocupa. Cerrarse puertas es lo último que puede hacer ahora un PSOE que da la impresión de navegar a la deriva. Mientras, desde Andalucía, Susana Díaz está protagonizando un intento, porque sabe lo que se juega, de centrar la imagen socialista y de buscar el electorado en el centro izquierda, Sánchez parece empeñado en disputarle el espacio ideológico a Podemos y en competir con ellos por la misma franja del electorado.

Si el PSOE comete en los próximos meses el error de abandonar su centralidad dejará abierto todo el campo al populismo y eso será poner al país en una situación de extremo peligro y, al tiempo, condenar al partido a la marginalidad. España necesita una fuerza de centro izquierda que conecte con esas clases medias que ahora le han dado la espalda. Los discursos maximalistas pueden hacer un daño enorme en un momento en el que lo que está en juego es la reconstrucción de un paisaje social destruido por la crisis.

Al PSOE le toca en esta situación jugar un papel importante y si por torpeza no afronta la responsabilidad que ahora le toca puede acabar despreciado por la ciudadanía. Necesita además utilizar un lenguaje claro. Los equívocos y las contradicciones lo pueden arrinconar, porque la gente está deseosa de escuchar mensajes claros y soluciones innovadoras. Si Podemos ha cosechado el éxito que lo ha puesto donde está es porque ha sabido sintonizar con las aspiraciones de un amplio sector que no aguantaba más un panorama que no daba respuesta a problemas reales. Pero no lo ha hecho desde el campo del realismo, sino desde un populismo descarado. Y ahora el realismo indica que si en el futuro próximo es necesario que PP y PSOE lleguen a algún tipo de acuerdo ésa es una puerta que no puede estar cerrada. Lo contrario es no estar a la altura de las circunstancias.

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