Carlos / Colón

Cita con la emoción y la palabra

Pasaje de amores

09 de marzo 2008 - 01:00

ESCRIBO este artículo sobre el pregón de Antonio Burgos sin necesidad de haberlo oído. ¿Qué falta hace? Esperar a oír el Pregón de Burgos para escribir sobre él es como esperar a ver la Amargura en San Juan de la Palma la mañana del Domingo de Ramos, ir al besamanos del Señor, seguir a la Esperanza por calle Feria o ver emerger al Cachorro desde Castilla a la altura del Altozano para después escribir sobre ellos. Ya sabemos lo que vamos a ver, y precisamente por eso vamos allí.

Siempre hay, desde luego, pequeñas sorpresas y finos matices: nadie baña dos veces sus ojos en la misma cofradía ni en la misma imagen sagrada, porque ni la mirada es la misma de un año a otro -¡cómo se educa y ahonda la mirada con la que bendecimos a Sevilla viendo las cofradías y con la que rezamos a Dios viendo las imágenes!-, ni las mil circunstancias de rodean a las cofradías y las imágenes son idénticas de una Semana Santa a otra. Después de verlas se puede hacer la crónica que refleje el detalle, pero antes sabemos ya del todo la extensión de la emoción que sentiremos al ver el canon del paso de palio sevillano, al carpintero fuerte y bueno de San Lorenzo, a la que cura toda herida con sus manos y quita toda pena con su cara, y a Dios mismo expirando.

Lo mismo pasa con el pregón de Burgos. Estará el momento, habrá detalles, ideas y adornos nuevos, las palabras brillarán de forma distinta bajo la luz única de esta mañana… Pero será más aún lo que reconoceremos con una emoción que esta mañana irá al Maestranza, se pondrá ante el televisor u oirá la radio como se va a los lugares en los que cada Semana Santa nos cita la memoria para volver a ver y a sentir, aún más y con mayor fuerza, lo que tantas veces allí sentimos. Con esa misma seguridad nunca defraudada, Antonio, esperamos hoy tu palabra entre la bulla expectante. Como se esperan las cofradías buenas para saborearlas de Cruz de Guía a palio.

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