Rogelio Velasco

Comprando tiempo

la tribuna económica

01 de agosto 2012 - 01:00

SIGUEN celebrándose reuniones, continúan realizándose declaraciones, pero seguimos sin saber en qué va a consistir el cambio de actitud y de políticas, tanto de las autoridades comunitarias respecto del MEEF como del BCE.

El presidente del BCE declaraba los días pasados que la institución que preside haría todo lo posible para salvar el euro, removiendo los obstáculos que impiden el correcto funcionamiento de los mecanismos de transmisión de la política monetaria. Pero Draghi no aclaraba cuáles eran esos obstáculos y qué se dispone a hacer su institución.

Paralelamente, Geithner y Schäuble han realizado una declaración conjunta, subrayando la necesidad de una mayor integración fiscal dentro de la UE, una reducción de los desequilibrios globales y la activación de políticas que impulsen el crecimiento. Pero, otra vez, tampoco han señalado en qué medidas se va a concretar esta declaración.

Los ciudadanos están hartos de tantas declaraciones oficiales pomposas, que después no se materializan en ninguna medida concreta de carácter fiscal, monetario, estructural o de modificaciones en la gobernanza de la UE.

El escepticismo de los ciudadanos es acompañado con mayor gravedad aún por los mercados financieros, que no se creen desde hace ya mucho tiempo esa forma de comprar, de manera barata, la confianza, a través de declaraciones ceremoniosas que no van acompañadas de decisiones concretas. Este asunto queda más claro aún estos días cuando conocemos que el índice de sentimiento económico que elabora la UE, volvió a caer en junio, por quinto mes consecutivo, reflejando las expectativas pesimistas que las empresas tienen acerca de nuestro futuro económico.

Adicionalmente a la caída de las expectativas, continúan revisándose a la baja las previsiones de crecimiento de las economías europeas. Las declaraciones de los responsables políticos van por un lado; las opiniones de empresas y ciudadanos, por otro.

En todo caso, se están depositando unas esperanzas exageradas en las decisiones que adopten el BCE respecto de los tipos de interés y la compra de deuda, o las autoridades comunitarias en relación con el fondo de rescate. En ambos casos, aún siendo optimistas, con el BCE reduciendo aún más los tipos y comprando deuda en el mercado secundario, y el fondo de rescate comprando también deuda, los países con los problemas más graves estaríamos comprando tiempo para poder acometer las reformas necesarias para que la vuelta al crecimiento tenga lugar cuanto antes.

Ni el BCE con su política, ni el fondo de rescate con la suya, van a sustituir las reformas estructurales que necesitamos, ni tampoco el proceso de desapalancamiento de las familias y de las empresas, con las implicaciones negativas que a corto plazo deparan sobre el crecimiento y el empleo.

Los responsables políticos -especialmente de las administraciones periféricas- y los ciudadanos tienen que convencerse de que es altamente improbable que podamos volver al nivel de gasto público anterior a la crisis, cuando la economía financiaba ese gasto creciendo a un ritmo del 3% anual. Nuestra generación no volverá a ver ese ritmo de crecimiento, ni tampoco el nivel de bienestar asociado al mismo.

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