Rogelio Velasco

Crisis y reforma de las instituciones

la tribuna económica

06 de junio 2012 - 01:00

CON la actividad a buen ritmo, bajo desempleo y expectativas crecientes, rara vez se producen cambios profundos en las instituciones económicas porque el propio ritmo de crecimiento encubre todos los problemas y ni los ciudadanos ni las instituciones lo reclaman. Es cuando las economías sufren recesiones profundas y duraderas cuando no es posible no encarar reformas que permitan acelerar la salida hacia una nueva trayectoria de crecimiento y de empleo. Las instituciones a las que nos referimos no son sólo organizaciones de carácter político o económico, sino también todo el entramado legal que, directa o indirectamente, modula la actividad económica.

Una de las instituciones que han mostrado mayores fallos de diseño en su gobernanza y funcionamiento han sido las cajas de ahorro. Mientras se ha crecido a un ritmo elevado y duradero -como en los 15 años anteriores a 2007- un volumen de crédito creciente y una baja tasa de morosidad ofrecían magníficos resultados. El cambio radical del entorno económico ha hecho saltar por los aires a la gran mayoría de entidades. Singularmente, las cajas valencianas han devastado la economía regional. Las excepciones, son excepciones. Un reducido número de casos en las que los presidentes, ejecutivos y personal bien formado han conducido con profesionalidad a las entidades; cuando la crisis se ha manifestado estaban preparadas para sobrevivir.

Pero una institución -como un país u otra organización- no puede esperarse que funcione porque, circunstancialmente, las personas que la dirijan tengan capacidades y sean honestas. Es el diseño del marco institucional -que trasciende a las personas- el que permite un funcionamiento adecuado a largo plazo.

Desde hace un mes, desgraciadamente, España está apareciendo todos los días en las primeras páginas de la prensa financiera de Nueva York y Londres. De ser un país con buena reputación, hemos pasado a ofrecer una pésima imagen. En particular, dos cuestiones relacionadas con la gobernanza de las instituciones han propiciado el cambio. Por un lado, las comunidades autónomas, a las que se considera el Gobierno central no puede controlar. Y por otro, las cajas de ahorro, cuyo entramado político e institucional es considerado incompatible con una buena gobernanza.

Llueve sobre mojado. Rodrigo Rato, cuya imagen en la prensa financiera extranjera deja que desear debido a su gestión en el FMI, realizó unas inoportunas declaraciones criticando el plan de rescate de Bankia. Con independencia de si tiene o no razón, su contribución a ofrecer una imagen profesional de Bankia y, en gran medida, del sistema de cajas, resulta lamentable. En Bankia, como en cualquier otra institución similar, sólo personas con reputación profesional en el sector deberían aparecer en público y opinar.

Si queremos aprovechar la crisis para realizar reformas estructurales hay ámbitos que ni se han tocado. El Banco de España estuvo a punto de proponerlo las pasadas semanas, impidiéndolo su actual debilidad.

Si queremos que nos consideren un país moderno como el que más, tenemos que tener las mismas instituciones que tienen los mejores. Tenemos que modificar nuestro modelo castizo.

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