La ciudad y los días

carlos / colón

Cultura de sopa boba

TRAS escribir ayer sobre el Cervantes me dio por echar cuentas. El teatro San Fernando, inaugurado en la Sevilla de 1847 que contaba con 110.000 habitantes, tenía 3.000 localidades. El Maestranza, en una Sevilla de 700.000, tiene 1.800. Y es el único gran teatro, junto al Lope de Vega (700) y el Central (500-1300). Sumados los tres casi empatan con el San Fernando, mientras la población de la ciudad se ha multiplicado por siete. Si añaden al aumento de población el del nivel de vida y el del nivel cultural gracias a la educación gratuita y obligatoria, las cuentas no salen. Por mucho que se sumen otras formas de entretenimiento surgidas en el siglo y medio largo que nos separa de 1847.

En 1873, el año en el que se inauguró el Cervantes, Sevilla tenía 143.000 habitantes y cinco teatros. De ellos tres, San Fernando, Duque y Cervantes, sumaban más de 7.000 localidades. No cuento teatros portátiles, cafés cantantes y salones de variedades. Las cuentas siguen sin salir.

Tras sumarse al San Fernando y al Cervantes el Lope de Vega en 1929, el Coliseo en 1931 y el Álvarez Quintero en 1942, la Sevilla con 312.000 habitantes de los años 40 tenía cinco grandes teatros. ¡Las cuentas siguen salir! Porque esa no era ya la Sevilla de 1847 en la que el teatro era el único entretenimiento, sino -además de la del hambre- la de los bailes que tantos sofocones le daban al cardenal Segura, los más de 40 cines con un aforo medio de mil localidades por local… Y la radio, que había inaugurado desde principios de los años 30 la era de los terminales domésticos de entretenimiento. Llegó después la televisión a la Sevilla de los 60. Pero aquella ciudad de 442.000 habitantes tenía cuatro teatros y más de 50 cines de invierno, entre estreno y reestreno, y medio centenar de cines de verano. Siguen sin salir las cuentas.

Este enorme poblachón con ínfulas de gran ciudad no da más que para el Maestranza, el Lope de Vega, el Central y alguna sala institucional o alternativa de escaso aforo. Y los tres mayores dependen de la Administración. Imagínense cuántos teatros tendríamos si vivieran de la taquilla, como los antiguos: ninguno. Luego 700.000 habitantes de 2015, con mayores posibilidades educativas y más alto nivel medio de vida, dan para menos que 312.000 de los duros años 40 o 442.000 de los felices 60. Parece que a la rácana y pasiva Sevilla culta le va la sopa boba de la cultura subvencionada.

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