La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
VAYAN por delante las razonables dudas que suscita la utilidad de una institución como la del Defensor del Ciudadano de Sevilla, figura que engorda la estructura administrativa municipal y que muy pocos echarían de menos si no existiera. A su titular, el polémico -a su pesar- José Barranca, hay que reconocerle, sin embargo, que en el informe presentado el lunes ante el Pleno del Ayuntamiento ha diagnosticado certeramente algunos de los problemas que más irritan a los sevillanos y que se eternizan sin que nuestros gobernantes sean capaces no ya de solucionarlos, sino ni tan siquiera de paliarlos. La falta de profesionalidad y formación de algunos agentes de la Policía Local; la flagrante existencia de mafias del taxi, especialmente en el aeropuerto, que degradan un servicio público que es imagen de la ciudad; el incivismo de muchos ciclistas que han tomado las calles como si sólo fueran suyas y que arrinconan al peatón o la proliferación de veladores al margen de todo control con la carga de ruidos e incomodidades que ello conlleva son sólo algunas de las molestas realidades a las que el sevillano se enfrenta cada día. El Defensor las ha puesto negro sobre blanco. Ahora sólo falta que el Ayuntamiento actúe.
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