Desmadejada

Parece que Sevilla ha perdido en los últimos tiempos el sentido de la medida que siempre la había distinguido

08 de mayo 2022 - 01:45

Sevilla es una ciudad de enigmas y jeroglíficos. Tanto que su propio escudo es uno que hay que resolver con cierto ingenio: el famoso acrónimo NO8DO que figura en la bandera y en todos los documentos municipales. Un no, una madeja y un do, que se traduce por No me ha dejado y que respondería, aunque no está demostrado documentalmente, a un otorgamiento del rey Alfonso X el Sabio por la fidelidad que le demostró la ciudad medieval durante la guerra que sostuvo con su hijo Sancho. Pero quizá, visto con ojos de hoy, no sea la madeja el mejor símbolo para representar a una Sevilla que cada vez está más desmadejada. La ciudad que siempre había sido un modelo a la hora de guardar las proporciones parece que, en los últimos tiempos, sobre todo después de la pandemia, ha dejado que se rompan. Se ha comprobado durante los primeros días de esta semana de Feria cuando la cantidad de gente que se reunió en el real impedía en la práctica la circulación por el recinto y preocupó seriamente a los responsables de garantizar la seguridad. Luego llegó la lluvia y con ella fueron muchos los que se retiraron en los días siguientes. Y tras la lluvia se volvió a demostrar, ya con buen tiempo, que una feria de sábado a sábado, con dos fines de semana, no hay cuerpo ni bolsillo que lo aguante.

Otra desproporción, como algunas de las bullas que se vivieron durante los días grandes de la Semana Santa. Pero ya no hace falta que se celebren las grandes fiestas para que la ciudad presente un aspecto muy cercano al colapso. Intente pasear cualquier viernes por la tarde o el sábado por el eje que forman Sierpes, Tetuán y Velázquez con la Plaza Nueva y la Plaza del Duque. O intente entrar en cualquier bar con cierto renombre: ahora hay colas de decenas de personas en la puerta o hay que reservar incluso para acomodarse en la barra.

Hemos salido de las medidas restrictivas de la pandemia ansiosos de calle. Y en Sevilla, que siempre ha sabido vivir la calle como en pocos sitios, se unen las ansias de los locales con las de los que vienen de fuera. La ciudad se ha convertido en meca de un turismo nacional, masivo y barato, donde sale a cuenta celebrar, por ejemplo, las macarras y ruidosas despedidas de soltero o soltera que se pueden ver todos los fines de semana por el centro.

¿Ha perdido Sevilla el sentido de la medida? Pues parece que sí y que no vivimos un fenómeno pasajero. La desmesura ha venido para quedarse y el nuevo modelo económico que se ha impuesto necesita de esas masas ingentes que llenan calles y veladores. Es la Sevilla que nos va a tocar vivir.

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