Carlos / Colón

Desolación de ir hacia atrás

La ciudad y los días

06 de marzo 2016 - 01:00

ME apena leer este titular en un periódico nacional: "Barrio rico, barrio pobre: del Viso en Madrid a Los Pajaritos en Sevilla". Pena, indignación y desaliento. Porque se nos había inculcado que el avance hacia progreso era lineal, que el futuro siempre sería mejor que el pasado, que la razón y la técnica conducirían en línea recta al bienestar en igualdad, que la democracia, como si fuera la La libertad guiando al pueblo de Delacroix, garantizaría la felicidad de los ciudadanos. Así lo afirmaban las primeras constituciones modernas, desde la Americana de 1787 ("Promover el bienestar general" era uno de sus seis puntos fundacionales) hasta la de Cádiz en 1812 ("El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación"), pasando por la francesa de 1791 ("Que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo redunden siempre en beneficio de la felicidad de todos").

Desgraciadamente hemos aprendido, con las más duras lecciones que la realidad pueda dar, que no es necesariamente así; que todo futuro no es mejor si no se actúa para que verdadera, y no sólo retóricamente, lo sea; y que lo sea no para unos cuantos por muchos que lleguen a ser, no al precio de marginar a sectores crecientes de la población, no a costa de la creación de guetos urbanos y de robarle su futuro a quienes nacen en ellos, no instituyendo nuevas formas de clasismo en sociedades teóricamente igualitarias e interclasistas que en la práctica siguen generando discriminación.

El barrio de Los pajaritos, cuya primera fase se inauguró en tiempos rudos de necesidades y dictadura, el 17 de noviembre de 1959, y 57 años después este periódico nacional pone como ejemplo de pobreza, fue un barrio trabajador y por ello modesto, pero no marginal; de estrecheces, pero no de miserias; grato en su vida cotidiana, humanizado por la solidaridad vecinal, con perspectivas de un futuro mejor para los hijos de quienes allí se trasladaron desde los deteriorados barrios históricos. No hablo de oídas. Lo conocí bien. He vivido sus noches con sillas en las puertas, veladores y cines de verano. Allí vivían íntimos amigos, hijos de trabajadores, que pudieron tener una vida más independiente y desahogada que la de sus esforzados padres. Es desolador que 57 años más tarde, y tras casi 40 de democracia, en vez ir a mejor Los Pajaritos sea ejemplo de deslizamiento de la modestia a la pobreza y de esta a la marginalidad.

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