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La lluvia en Sevilla

Doble fila

Lo estrafalario de Sevilla es que no somos famosos por conducir como locos, sino por aparcar como tales

A quienes vivimos aquí nos parece lo más normal del mundo, pero les aseguro que la doble fila como forma habitual y tolerada de aparcamiento es algo realmente exótico. No sé por qué no lo destacan en las guías y rutas turísticas. Largas tiradas de coches componiendo una segunda fila de aparcamientos imprevistos, que restan espacio al tránsito, y los peatones caminado como pueden entre una fila y otra, debido a que la acera está ocupada por veladores, patinetes o ciclistas: eso sólo lo he visto en Sevilla. Tampoco es corriente por ahí que los conductores confíen en dejar suelto el freno de mano, ni la mansedumbre que mostramos a la hora de empujar un reguero de coches para poder sacar el propio. La primera vez que me vi empujando un automóvil para sacar el que tenía aparcado, acabé quejándome a voces, ante la indiferencia de quienes pasaban por allí. Entonces entendí que hay una ley no escrita que deroga el artículo de la Ley de Tráfico que prohíbe aparcar malamente.

En Sevilla hay puntos negros, en los que los gorrillas te muestran un aparcamiento en doble fila como si te enseñaran un palacete. Esas zonas, en las que quien circula no lo hace para irse o volver, sino en círculos a la manzana en espera de una plaza, disponen de elementos dejados allí estratégicamente por los vecinos para el aparcamiento furtivo. Junto a las aceras, la gente coloca piedrecitas, que servirán después para afirmar el coche sin freno de mano, y que no se acabe chocando con el de delante. Pocos chocazos por inercia hay, para la cantidad de automóviles que al día ruedan silenciosamente, yertos, sin conductor, movidos por mano ajena. Supongo que a la gente no le gusta aparcar mal, es que no queda otra. En las causas de la doble fila se combina que hay muchos vehículos para pocos aparcamientos, y en las consecuencias, que la ordenación del tránsito se vuelve caótica, lo que afecta al tráfico rodado y a los viandantes. Los cambios, por tanto, para resolver esto abarcan desde la gestión municipal (eso, lo principal) a la mentalidad -entender que el coche para todo no es buena idea-, a la educación vial, el fomento del transporte público y de una peatonalización que no sea excusa para turistificar una zona, sino para vivir mejor en ella.

Hay ciudades y países famosos por su forma de conducir desastrosa. En Sicilia, si quieres cruzar una calle tienes que estar dispuesto a jugarte la vida; en Irlanda jamás he visto un paso de cebra, y en Marrakech me convertí en torera de motillos, me las ceñía a la cintura que ni Manolete. Lo estrafalario de Sevilla es que no somos famosos por conducir como locos, sino por aparcar como tales. Para 2022 les deseo buenos paseos, trayectos en tren y buen cobijo, no ya para los autos: para el corazón.

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