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Tomás García Rodríguez

Doctor en Biología

Dragos y recuerdos de Sefarad

Estas milenarias plantas nos ayudan a recordar las valiosas páginas escritas por sus hijos hebreos

Treinta magníficos dragos de la especie Dracaena drago pueden contemplarse en el Muelle de la Sal frente al Monumento a la Tolerancia de Eduardo Chillida, próximo al Puente de Triana y a orillas del río que dio nombre a la provincia romana de la Bética. A diferencia de ciudades como Cádiz o Málaga, son más escasos en Sevilla, encontrándose también representados en la Plaza de Cuba, donde sólo queda un ejemplar; Parque Amate; Parque de María Luisa, tras la glorieta de Ofelia Nieto; campus de Reina Mercedes; Plaza del Altozano; Jardines de la Caridad o en la glorieta final del Paseo Catalina de Ribera junto a la calle San Fernando. El nombre de esta planta arborescente proviene del griego drakaina, que significa hembra de dragón, propuesto por el médico y naturalista sevillano Nicolás Monardes en el siglo XVI al describir la forma de la semilla de un drago americano traído hasta su jardín botánico de la calle Sierpes. Imágenes de dragos están presentes en pinturas o grabados alusivos a pasajes bíblicos tales como El Jardín de las Delicias de El Bosco, La Huida a Egipto de Alberto Durero o en el Libro de Horas del rey portugués don Manuel.

El conjunto de dragos del Muelle de la Sal se erige, pues, en un lugar emblemático bajo los efluvios del Guadalquivir y acompañando al simbólico monumento de Chillida que se inauguró al comienzo de la Exposición Universal, el 1 de abril de 1992, quinientos años y un día después de la firma del Edicto de Expulsión de los judíos de Castilla y Aragón por los Reyes Católicos. Obra sufragada en su totalidad por la Fundación Amigos de Sefarad, uno de los discursos realizados en la inauguración de la escultura -homenaje a la benevolencia en recuerdo a los desafortunados judíos sevillanos- corrió a cargo del Premio Nobel de la Paz y víctima del Holocausto Elie Wiesel, comenzando con estas palabras: "Deteneos, hombres y mujeres que pasáis. Deteneos y escuchad la voz de Sevilla, voz herida y melodiosa, la de su memoria, que es también la nuestra; es judía y cristiana, musulmana y laica, joven y antigua... Aquí, como en otros sitios, se interpretaba la vida dando muerte..., se afirmaba el honor de Dios, pero también la deshonra de los hombres. Aquí, como en otros sitios, la tolerancia se impone".

En su mágico enclave del paseo fluvial de Sevilla, estas milenarias plantas nos ayudan a recordar las valiosas páginas escritas por sus hijos hebreos y rememoran sus sufrimientos y su triste final. Por estos valores culturales y por su rareza en la ciudad, el grupo del Muelle de la Sal debería figurar en el Inventario de Árboles Singulares de la Ciudad de Sevilla recientemente sacado a la luz. Conjuga muy bien con el mensaje de concordia lanzado a los aires por la bella obra artística en honor a la tolerancia universal que lanza sus grandes brazos de hormigón para entrelazar y cobijar la comprensión hacia las personas de cualquier etnia, religión e ideología; fuertes o débiles, hombres o mujeres, niños o ancianos.

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