HUBO un tiempo en que los escolares españoles recibían sesiones semanales de cine, con proyector y sus avíos de oscuridad, en la tarde de los viernes. Los colegios rebañaban así unos duros a costa de dos ídem, o eso nos parecía, Bud Spencer y Terence Hill: guapo y feo, gordo y flaco, que se liaban a sonoros mamporros, plas, plas, con unos malos de plastilina y unos argumentos de porexpán. Las italianadas de Terence y Bud, no sabemos por mor de qué acuerdo comercial, han invadido la TDT, por Nitro y La Sexta 3, rescatándose películas que costaban dos pesetas aunque nunca valieron ni un duro. Todos los saldos se aprovechan ahora, como si fueran el último grumo de dentífrico. Películas de Bruce Lee, toda la saga de Clint Eastwood, de Charles Bronson, de Simbad y de los aterrizas como puedas y cosas así. La televisión parece una eterna sesión infantil de cine de barrio, aquellas que costaban 50 pesetas entre copias rayadas y niñatos gamberros que estaban dispuestos a liar la bronca con el acomodador.

Regreso al futuro. La cartelera de canales cinematográficos, como Paramount Channel, y operadores menores como 13 TV o Intereconomía (donde dicen que Andalucía se ha convertido en la Venezuela chavista, qué cachondos) luce títulos que en los años de bonanza estaban defenestrados. Muchas películas endebles para un mando que corre una maratón de números sin pararse en ninguna parte. Otra imagen añadida de esta crisis son los tortazos amarillentos de Bud Spencer rescatados para las mañanas domingueras de La 1. Al prime time van títulos con menos de diez años, sean buenos y malos, y en los canales especializados en cine proliferan cada vez más los títulos facilones de siempre, un cine comercial que anota unas décimas más que una oferta cinéfila y de pretensiones. Qué decepción. La TDT es cada vez más un bazar de veinte duros. Bueno, más bien de cinco duros como mucho. Los que salen ahora en La Sexta 3.