Carlos Colón

Elegía del primer viernes de marzo

La ciudad y los días

06 de marzo 2009 - 01:00

LOS sevillanos que vivimos estas cosas conmemoramos a los fieles difuntos, no el dos de noviembre, sino en Cuaresma y Semana Santa; besando los besos que nuestros muertos dieron en ese mismo talón, en esas mismas manos; asistiendo a los cultos de esa hermandad que era un poco nuestra por ser la del amigo que tanto era de ella; viendo el cortejo de la cofradía en la que buscábamos esa mirada cómplice, ese casi imperceptible gesto de los dedos sobre el antifaz si era severa o ese abrazo con vuelo de capa si era gozosa; viendo pasar solos la cofradía que todos los años veíamos juntos en ese mismo lugar, deseando ahora no encontrarnos con ningún conocido para que nadie nos vea llorar cuando el paso se pare ante nosotros y no sintamos ese cálido silencio de la amistad auténtica, en la que sobran las palabras para saber que el otro siente lo mismo que nosotros sentimos; y después, porque somos sevillanos, es decir, pudorosos, disimulando con alguna broma que a quien no nos conozca parecería inoportuna, la emoción idéntica, hermana, que hemos sentido.

A todo cofrade le llega el momento de ver las cofradías solo, sin cirineo que le ayude a llevar la cruz de las ausencias; sin el amigo, la mujer o el marido que tantos años allí la vieron con él; sin poder disimular los sentimientos con una broma cuando el paso les deje, cargando con todo el peso de las emociones y los recuerdos al irse solo entre la bulla feliz que se dispersa. No en busca de otra cofradía, sino de vuelta a su casa; porque cuando ese momento llega sólo se sale a ver las cofradías nuestras y las de quienes tanto quisimos con alegría y ahora tanto queremos con una pena buena, que hay aceptar como amiga porque es el más callado y hondo homenaje a quienes fueron nuestros compañeros de vida. Si acaso, porque gracias a Dios de Domingo de Ramos a Martes Santo lo tenemos en besamanos, se va donde llevan los pasos perdidos, a San Lorenzo, y se deja caer en un banco buscando en la cara del Señor el consuelo que sólo puede dar un Dios que conoce en su propia carne cuanto pesan la soledad y la tristeza.

Porque ya estás allí donde todos vamos, primero de los nuestros en dejar un hueco que sólo nosotros notaremos cuando veamos las cofradías que más te gustaban -Cena, San Roque, Amargura, Amor, Museo, Cautivo, San Bernardo, Santa Catalina, Montensión, Carretería, Cachorro- y que más querías -Baratillo de tu infancia, Macarena que alumbró tu vida y tu sentencia- hoy, amigo Bañuls, en este primer viernes de marzo de tu ausencia, te besaremos besando los besos que tantos años diste en el talón de nuestro Jesús Nazareno.

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