Equipo Glenn

Con Glenn Close aprendimos en qué consiste la actuación: en abordar con valentía las sombras del alma humana

24 de abril 2021 - 01:46

Ya les he contado alguna vez que en mi adolescencia solitaria -y perdonen, como diría el muchacho de El guardián entre el centeno, que me ponga en plan David Copperfield- encontré en el cine la salvación y la compañía. En esos años, como todo chaval que está accediendo a las claves de la vida adulta, tuve hallazgos y descubrimientos que me impactaron, y a algunos de ellos me mantengo fiel todavía. Una de esas pasiones, lo saben quienes me conocen, lleva el nombre de Glenn Close. ¿Recuerdan Atracción fatal, esa película en la que el poco sutil Adrian Lyne advertía a los señores casados de los peligros de engañar a sus esposas? Entonces, el público se alineó del lado de la pareja formada por Michael Douglas y Anne Archer, como demuestra el hecho de que Close fuera elegida entonces por una revista -¿sabían que sólo defendía un personaje?- la mujer más odiada de América, aunque aquí uno sintió debilidad por la otra, pese a que la mujer tomaba ciertamente decisiones controvertidas como poner un tierno conejito, la mascota familiar, a hervir en una olla o aparecer con un cuchillo de grandes dimensiones a modo de saludo. Pero Close imprimía a su papel una vulnerabilidad que no nos era ajena: pese al desequilibrio mental de aquella Alex Forrest, su hiriente necesidad de ser querida nos retrataba un poco a todos.

Y al año siguiente llegó la que para mí es la mejor interpretación femenina de los 80: su madame de Merteuil en Las amistades peligrosas. La refinada inteligencia con la que la marquesa juega sus cartas en un mundo concebido para el goce y el triunfo de los hombres me noqueó; asomaba entre sus gestos, bajo la maldad y el orgullo, otro temblor profundamente reconocible. Con ella, el espectador primerizo que yo era aún aprendió en qué consiste el trabajo de un actor, de una actriz: en abordar con valentía las complejidades y sombras del alma humana.

Les explico esto porque Close opta mañana por octava vez al Oscar, que nunca se le ha concedido, y, qué demonios, ya es hora de que Hollywood distinga a uno de sus talentos más descomunales. En 2019 parecía que la deuda iba a saldarse, por su labor en una película muy por debajo de su grandeza, La buena esposa, que le había reportado unos cuantos premios y presagiaba que al fin había llegado su momento, pero otra actriz ciertamente dotada, Olivia Colman, triunfó entonces gracias a La favorita. (Desde aquí pido perdón a mis vecinos por los gritos de indignación que solté esa madrugada). Sé que Hillbilly, una elegía rural es otro largometraje fallido, que esta vez no hay muchas opciones, y me da pena que la abuela de Minari, Youn Yhu-jung, no vea cumplidas las expectativas, pero los admiradores no atendemos a razones. Queremos tanto a Glenn...

stats