¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Espectacular Sevilla

La cornucopia del espectáculo es lo único que puede aliviar nuestras carencias productivas

Sevilla está que se sale y por Tetuán lo mismo te puedes encontrar a Pérez Reverte repartiendo mandobles que al bajo de Green Day con taca-taca. Como dicen en el Ayuntamiento con evidente euforia, a la ciudad le cabe todo y al mismo tiempo: procesiones, pop-punk, toros, mítines, congresos médicos, la RAE... No comprendemos, por tanto, a qué viene ese repentino susto de las autoridades por la coincidencia este domingo de las elecciones generales con el Betis-Sevilla (el derbi, dicen muchos con flema angloandaluza del Tardón). Ni que esto fuese Barcelona. Aquí los colegios electorales son remansos de paz donde sestean los compromisarios, apenas sobresaltados por las visitas de amigos y parientes, dispuestos a matar como sea el tedio dominical, incluso votando. Con un bedel por distrito sobraría para garantizar la seguridad. Lo del derbi ya es otra cosa. Ahí sí hará falta más madera, o leña si la cosa se pone gamberra. Repártase.

La urbe, como decíamos, es un bullir de actividad y, según algunos linces, ya estamos "colocados en el mapa", como si la vieja Spal-Hispalis-Isbiliya-Sevilla necesitase del marketing pornochoni de los MTV para constar en las cartografías. Más allá de esta euforia topográfica, nadie puede poner en duda que Sevilla, al igual que otras tantas ciudades, está sufriendo un proceso de espectacularización. En realidad, no es más que un nuevo hito en una larga tradición que se inició con la llegada del ferrocarril de Madrid, los Montpensier y el invento de eso que aún llamamos "fiestas de primavera", que siempre ha sido la gran ubre surtidora de empleo temporal-precario en esta ciudad y su alfoz.

Tienen razón las autoridades municipales: la cornucopia del espectáculo es lo único que puede aliviar nuestras carencias productivas, las de una ciudad cuyo mayor empleador es la Junta de Andalucía. Pero eso no significa que no se señalen muchos de los fallos de la jugada, desde su fragilidad por la excesiva dependencia del exterior, hasta sus efectos más perversos sobre la vida cotidiana de los nativos. Un detalle: el día del concierto de Green Day en la Plaza de España cerraron a cal y canto el Parque de María Luisa, impidiendo su uso a los habituales del lugar (corredores, perros, deprimidos, exhibicionistas, novios...). ¿Exageración? La gran diferencia entre una ciudad de primera y otra de tercera no es el tamaño de sus bafles, sino el respeto quisquilloso por los derechos de los ciudadanos, hasta los más nimios y cotidianos, como el del paseo por un jardín que, además, pagamos religiosamente con nuestros impuestos.

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